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En uno de los puentes de La Perimentral al norte de Guayaquil, el pastor Jhon Constante hablando de la Palabra de Dios.Jerson Ruiz

Pastor recorre zonas peligrosas de Guayaquil para predicar y dar comida a jóvenes

¿Quién es el pastor que predica en los barrios más violentos de Guayaquil?

“Necesito guerreros que me acompañen a los sectores más vulnerables de Guayaquil a predicar la palabra de Dios. Y si no hay nadie, iré solo”. Directo y sin vueltas, Jhon Constante, pastor de la iglesia Azrie de Guayaquil, lanzó este pedido. No, no era una frase para la foto ni para las redes sociales. Era un reto, una misión casi suicida en algunos barrios donde la fe parece haber desaparecido.

Entre el lunes 21 y el viernes 25 de julio, Constante se puso un itinerario que pocos se atreverían a cumplir: Bastión Popular, Monte Sinaí, la Entrada de la 8 y 7 Lagos, sectores del noroeste y sur de Guayaquil tomados por bandas criminales y el consumo de drogas.

Ismael Toala comparte un refrigerio y les suelta palabras de aliento a varios jóvenes.Jerson Ruiz

Su meta: hablarles a los que viven en los bordes de la sociedad, a esos muchachos atrapados en el alcohol, la droga y la violencia, a los que han hecho de las esquinas, los puentes y la basura su refugio.

¿Hay miedo? Una cosa es predicar dentro de una iglesia, con aire acondicionado y bancas cómodas, y otra es hacerlo donde las ‘papas queman’, donde la vida vale poco y el respeto hay que ganárselo en la calle.

La fe en La Entrada de la 8 al norte de Guayaquil

A Constante lo acompañan tres hermanos de fe: Carlos Tenelema, Ismael Toala y Richard Martínez. Van ligeros, sin más armas que una Biblia gastada, un megáfono, unos panes calientes y un par de botellas de cola.

DE FRENTE Y SIN GUIONES

EXTRA se subió a esta misión espiritual. Queríamos ver de cerca qué pasaba en esas zonas donde casi nadie se mete, salvo los políticos en campaña o los policías en operativo.

La Entrada de la 8, un puente de la Perimetral y un bloque de Bastión Popular fueron los puntos escogidos para el recorrido.

El pastor Constante tiene 64 años, mide 1,82 y en la década del 90 fue campeón nacional, sudamericano y mundial de levantamiento de potencia. Traducido a lenguaje de la calle: es un ‘man’ que impone respeto. Y en estos barrios, eso ayuda. Aunque cuenta con una ‘custodia’ especial.

Una de las esquinas de Bastión Popular, hablando a varios chicos del sector.Jerson Ruiz

“No pasará nada, Dios nos protege”, dice, aunque sus movimientos lo delatan: pone el celular en modo avión y lo guarda en el carro. “Hay sectores donde es mejor no andar grabando historias”, suelta entre serio y en broma.

Y con un pequeño megáfono en mano, arranca la misión.

“MI BRO” ES LA CLAVE

Primer destino: los bajos de un puente de la Perimetral, cerca de la Entrada de la 8. Dos jóvenes, tirados en el suelo, flotan entre la ‘hache’ y el alcohol. Constante se acerca y suelta sin miedo: “Cristo los ama, amigos”.

La respuesta es corta: “Está bien, mi bro”.

En estas zonas no eres “hermano” ni “pastor”, eres “mi bro”. Así hay que hablarles si quieres que te escuchen. “Es el idioma de la calle, hay que adaptarse”, nos dice Jhon.

“Estos chicos no van a las iglesias, tampoco tienen redes sociales ni teléfonos. Por eso venimos nosotros, a decirles que Dios los ama y que hay vida más allá de esta esquina”, explica mientras Ismael Toala reparte panes calientes y gaseosa.

Carlitos, un chico de 21 años, agarra el pan como si fuera oro. “Mi bro, me caen del cielo. Llevaba dos días sin comer. Yo duermo allá, donde ve esa ropa. Vuelva, mi bro, cuando quiera, aquí le damos la vuelta”, nos dice, con una mezcla de picardía y resignación.

Richard Martínez, joven y con la Biblia en mano, predica mirando a los ojos. El Kitu, otro chico, se acerca: “Ese pana de la Biblia me dijo que Cristo me ama, pero lo más bacán fue el abrazo que me dio. Yo huelo a muerto, llevo una semana sin bañarme, y no le dio asco. Me abrazó igual”.

A veces, un abrazo predica más que mil palabras. Lo que empezó con dos muchachos terminó con 15 rodeando, escuchando la palabra de Dios, comiendo pan y soltando sus penas.

“Este es mi barrio, bro. Pensé que venían a darnos un bono o a pedir el voto. Nadie viene, creen que les vamos a hacer algo. Pero somos gente buena, solo andamos en malos pasos, nada más”, confiesa uno, tan perdido en sus vicios que ni su nombre recordaba... o no lo quería revelar.

La predicación en La Entrada de la Ocho.Jerson Ruiz

ENTRADA DE LA 8: ENTRE LLANTO Y FE

La Entrada de la 8 es un hervidero de comercio informal, pero también un punto caliente de violencia. Constante avanza sin miedo. Le ofrecen desde corvinas hasta botellas de agua, pero él va a lo suyo.

En medio de la calle, un joven sin camiseta, con los ojos perdidos, intenta interrumpirlo. Jhon no se incomoda: lo abraza. El muchacho rompe en llanto.

“Aquí es donde Dios nos quiere, solo Él sabe por qué nos trajo hasta aquí”, dice el pastor.

Minutos después, el ‘pelado’, más calmado, acepta una oración. “Uno tiene que ser agradecido con la vida y con Dios. Jamás pensé que podría servirle, y aquí estamos”, añade Constante, con esa mezcla de fuerza y ternura que lo hace diferente.

BASTIÓN POPULAR: EL INFIERNO Y LA ESPERANZA

Si en la Perimetral la cosa era complicada, en Bastión Popular se pone seria. Hay calles donde ni la Policía se mete. La ‘hache’ se consume a cualquier hora, los chicos se adueñaron de las esquinas. Pero cuando llega la Palabra, guardan lo que estaban fumando e inhalando y se quedan a escuchar.

A cinco de ellos, Constante les lee un pasaje de Isaías 41:10: “No temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré;

te sostendré con mi diestra victoriosa”. Después, se sientan, comen pan, beben cola, se prueban pulseras que el equipo les regaló y hablan como amigos de toda la vida.

Richard Martínez hablando con un chico de La Perimetral.Jerson Ruiz

LA SELFIE QUE VALE ORO

Una selfie, que para muchos es una acción natural y que a veces resulta hasta aburrida, para ellos es un lujo. Al final, bajo un puente de la Perimetral, el equipo de predicadores les pide una foto para el recuerdo, testimonio de que más allá de la violencia y los excesos, son seres humanos.

Dos de los chicos no lo podían creer: “Mi bro, ¡nos vamos en su teléfono! Qué nivel el nuestro, qué fotota que te llevas, mi bro. Vendrás, te esperamos para Navidad”.

Cuando la iglesia sale a la calle en busca de los hijos de Dios, el mal no puede contra su palabra. Y donde hay tinieblas, Él lo ilumina todo.

Un selfie fue como un regalo para los jóvenes que escucharon la palabra de Dios.Jerson Ruiz

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