En Quito: ¡El Placer tras las rejas!
Los vecinos de este sector dicen que la apertura de un albergue habría incrementado la inseguridad. Hace poco, dos sujetos asaltaron una tienda.

A los comerciantes no les queda otra que permanecer encerrados en sus locales, debido al incremento de la delincuencia.
Los comerciantes de El Placer Bajo, situado en el centro de Quito, viven entre rejas. La apertura de un albergue, desde septiembre de 2020, habría sido el detonante, según los vecinos, para el incremento de la peligrosidad. Sobre todo en los últimos tres meses.
“El sector se ha tornado inseguro”, señala Marisol Cordero, quien atiende en un local.
En la última semana, dos delincuentes entraron al negocio. Y con la excusa de una recarga de celular se llevaron la venta del día: 1.000 dólares. Uno de ellos amenazó a los trabajadores con una pistola.
El hecho quedó grabado por una cámara. Los sujetos dieron vueltas por la zona y cuando no hubo gente, actuaron. Marisol dice que parecían extranjeros por su acento.
Fueron directo a las cajas donde guardaban el dinero. “Se nota que nos estudiaron desde hace algún tiempo”, cuenta la señora aún asombrada. Ella lleva más de ocho años atendiendo el local y es la primera vez que ocurre algo así.
El problema
El barrio se ha convertido en una ruta de acceso para que habitantes en situación de calle lleguen al albergue Hogar de Paz, del Patronato San José, explica Verónica Castellanos, presidenta de El Placer Bajo.
“Por aquí vemos pasar personas que no pertenecen a la comunidad. Son de Toctiuco, San Roque, La Río Verde y El Placer Alto, sitios que son muy conflictivos”.
Pese a que han mantenido reuniones con autoridades del albergue, la imagen de la zona se ha desmejorado, insiste Castellanos. “Nos sentimos indefensos. Estas personas se van adueñando de a poco de escalinatas y veredas”, añade.
En muchos casos, el espacio público es usado para que indigentes hagan sus necesidades biológicas. Al parecer, hay algunos que consumen droga.
Cuenta Castellanos que antes de la pandemia realizaban patrullajes nocturnos con la vecindad, pero ahora no se sabe si da más miedo el contagio o la inseguridad.
El local donde atiende Marisol, tras el asalto que sufrió hace poco, debió colocar rejas. No es el único. En la zona, sobre todo en la calle Baños (una de las principales de la zona), al menos otros seis negocios se han blindado con puertas de metal. Así, aseguran, es más fácil protegerse de los bandidos.
Resguardo
Hernán Romero, morador de El Placer por más de cuatro décadas, dice que “pese a que existen dos Unidades de Policía Comunitaria en el sector, se cuestiona la vigilancia. Es como tener dos elefantes blancos”.

Para el sargento Luis Llanos, de la UPC El Placer, aunque tengan identificados los sitios conflictivos, la tarea se complica debido a la cantidad de personas que llegan de todas partes a recibir alimentos. Los uniformados también deben efectuar patrullajes en otros sectores.
“Mantenemos comunicación con los vecinos del barrio mediante chats y los botones de pánico”, sostiene Llanos.