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“Salvé la vida por ayudar a mi madre”

Redacción Guayaquil
Solo pudo rescatar una foto enmarcada de su difunto marido y el televisor. María de Lourdes Zabala, muy nerviosa, no podía ocultar su angustia: “¡Dios mío, voy a perder todo! ¡Mi departamento está destruido!”.
Ayer por la tarde, el edificio donde reside, Samborondón Plaza, uno de los cinco evacuados en la zona, permanecía cerrado mientras un equipo técnico evaluaba los daños sufridos por el inmueble durante el terremoto. Así lo confirmó a EXTRA su gerente general, José Antonio Feraud, quien prefirió no valorar la gravedad de las afecciones hasta conocer las conclusiones de los estudios.
Grietas, escaparates resquebrajados, escombros esparcidos en el piso, ventanales hechos añicos… Decenas de personas se agolpaban frente a la fachada principal, después de que los inspectores les hubieran pedido que dejaran de sacar sus enseres de las viviendas, oficinas y comercios hasta nuevo aviso. María de Lourdes, sentada en unas escaleras, recordaba cómo se libró de la muerte el pasado sábado, cuando el sismo la sorprendió acostada.
“Salvé la vida por ayudar a mi madre, de 86 años. Cuando empezó el temblor, vi que estaba a punto de caerse. Salté por ella y, entonces, se desplomaron dos bloques del techo: uno sobre la cabecera de la cama y otro en medio del colchón. Me temblaban las piernas, lloraba y lloraba. Esto es un trauma”, relató apesadumbrada.
Aparentemente, su domicilio fue uno de los más perjudicados. Hace dos años, había invertido sus ahorros en la compra de la vivienda para disfrutar de un retiro más cómodo: “Toda la cristalería y las reliquias de mi madre se rompieron”.
SIN TRABAJO
Isabel Lojano, propietaria de una peluquería, lamentaba su suerte junto a sus compañeras de trabajo, en un parqueadero de los aledaños. Sentadas en los mismos sillones donde días atrás embellecían a los clientes, calculaban el alcance de las pérdidas. “Las paredes están rotas, hay cables eléctricos deshechos… También hemos perdido productos, espejos… Es terrible volver a comenzar de nuevo. Estamos a cero. Hemos perdido nuestro empleo”, resaltó conmocionada.
A su lado, Daniela Jalil, que regenta un negocio, confesaba que solo había sacado “el 60 por ciento” de sus pertenencias, “unas quinientas cajas en total”. El sábado estaba en la playa, pero tras las sacudidas regresó al Puerto Principal para ver en persona los destrozos ocasionados en el local. “Una pared se derrumbó. Algunos vidrios estaban rotos y la mercadería, a la intemperie. Pero no ha habido robos”, subrayó a este Diario.
José Ormaza y Mélida Tapia, empleados de una cafetería, pudieron hacerse con los comestibles y varios muebles tras la tragedia, pero las mesas, congeladores y otras máquinas todavía permanecen dentro del establecimiento, que tiene “algunas paredes partidas”.
A pesar de las molestias y la preocupación que les suponía no ingresar al interior del inmueble, Mélida parecía entender que, ante todo, debían proteger su integridad física. “Es riesgoso. Si pasara algo y se cayera el edificio…”, confesó.
Junto al Village y el Samborondón Plaza, también permanecían cerrados otros edificios como el centro de negocios XIMA, ubicado a pocos metros. Dos trabajadores de una empresa china se afanaban por sacar sus computadoras para seguir con su labor profesional desde otro lugar. Aunque los exteriores parecían en perfecto estado, en su interior también efectuaban tareas de inspección antes de reabrirlo a los usuarios. (GMA)