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Se niegan a dejar su barrio destruido por el terremoto

Hernán Lucas, Manta (Manabí)
Abría los brazos como si quisiera agarrar algo en el aire. Sus ojos se inundaron de dolor y de nostalgia, pero a Mercedes Bello Chancay nadie la movía del terreno desolado en el que se convirtió lo que solía ser su hogar.
El pasado 16 de abril vio cómo su vivienda se caía a pedazos con el terremoto y ahora se resiste a salir del callejón Divino Niño, en el barrio Buenos Aires de la parroquia Tarqui. “Aquí crie a mis hijos y viví los mejores años de mi vida. Vi caer mi casa con mucha tristeza y ahora nadie me saca de mi terreno porque esto es mío”, repetía la señora, de 80 años.
Luego se sentó en una pequeña silla rosada en medio del arcilloso suelo y de allí, aseguró, no se irá. Ella forma parte de una de las 50 familias de ese sector de Manta, que perdieron sus casas y se niegan a ser trasladadas a un albergue.
Varios de los damnificados han construido improvisadas covachas en los mismos terrenos donde estaban sus viviendas.
A pesar de que doña Mercedes vive al otro extremo de la ciudad, en casa de uno de sus cuatro hijos, todos los días visita ese espacio con escrituras en mano y dice que no lo abandonará nunca.