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Sexo bioseguro y con 'coronasutra'

El COE nacional considera que no es tiempo de reabrir los burdeles, aunque los locales y las chicas tienen protocolos y las posiciones listas

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Las trabajadoras sexuales usarán trajes de bioseguridad hasta el momento de la negociación con el cliente.Cortesía

El único contacto será el genital. El cliente llegará al prostíbulo y, luego de que los guardias del local verifiquen que su temperatura no exceda los 37,5C° y que use mascarilla, ya no se encontrará con trabajadoras sexuales en lencería o ropa erótica.

En su lugar, verá chicas con cubrebocas, visores plásticos y holgados trajes de bioseguridad que las cubran de pies a cabeza. Luego, se ubicará en una mesa, en la que ya no habrá vasos ni cervezas ‘pescuezudas’. Podrá pedir una, dos o máximo tres botellas personales. Nada de borracheras.

No habrá shows en el tubo o sexoservidoras desfilando a su alrededor. Si quiere tener sexo, la negociación con la elegida debe hacerse a dos metros, a través de señas o, mejor, por escrito en papelitos, como cuando enviaba cartitas a las ‘peladas’.

En la planificación de la Federación Nacional de Propietarios de Centros de Tolerancia, Expendio de Bebidas Alcohólicas y Anexos del Ecuador todo está calculado para reabrir las puertas de los prostíbulos. Están cerradas desde marzo de 2020 y con prohibición de reapertura por tiempo indefinido, por la pandemia de la COVID-19. Seis meses sin trabajo tienen “desesperados” a los trabajadores de los más de 6.250 centros de tolerancia del país.

Un protocolo de bioseguridad, de 45 páginas, recoge cómo sería la ‘nueva normalidad’ dentro de los night clubs en Guayaquil, con contexto exclusivamente genital.

En Quito, la Asociación Pro Defensa de la Mujer (Asoprodemu), que agrupa a las trabajadoras sexuales que ejercen su labor dentro de estos locales, ideó el ‘Coronasutra’ (ver infografía). Esta es una guía de posiciones sexuales, a filo de cama o mesa, que podrán realizarse una vez inicie el servicio. En todas se evita el encuentro frente a frente, detalla Natalia Valverde, asesora jurídica de la agrupación.

El Cabildo porteño anunció que la medida se revisaría conforme avance la pandemia.

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Los dueños de prostíbulos analizan el protocolo de bioseguridad.AMELIA ANDRADE

A escala nacional, solo Daule iniciará, desde hoy, una fase de reapertura gradual de los centros de tolerancia, bares, discotecas, cantinas, galleras, karaokes y billares.

En Guayaquil, Claudio Cabezas, presidente de la Asociación de Propietarios de Centros de Diversiones Nocturnos Norte de Guayaquil, dice que las esperanzas de la apertura se esfumaron tras el anuncio realizado por el Comité de Operaciones Emergentes (COE) de que estos locales seguirán cerrados quién sabe hasta cuándo. En el Puerto Principal son 130 negocios, con un mínimo de 20 empleados en cada uno.

Claudio se aferra al protocolo de bioseguridad que, asegura, entregó al Municipio porteño. El documento tiene un sello de recibido del Cabildo con fecha el 16 de julio de 2020, pero el propietario lamenta que nadie se haya comunicado con ellos para socializar su reactivación.

En él, precisa, está detallado paso a paso cómo se asegurarán de que el ejercicio de la profesión no desemboque en la proliferación de contagios de coronavirus. “El trabajo sexual se sigue dando de forma clandestina. Si los centros de tolerancia abren, este será controlado para evitar un rebrote”, comenta.

Cada local vigilará, por ejemplo, el consumo limitado de alcohol y que los clientes se quiten la mascarilla solo para llevarse la botella a la boca. Dentro de las habitaciones, además del aseo habitual, el hombre debe pasarse una toalla húmeda con alcohol por el cuerpo.

En la calle por necesidad

En la capital, detalla Valverde, incluso han establecido que los shows serán personalizados y el servicio no excederá los 20 minutos.

A pesar de que no han ‘colgado los tacones’, las 3.600 trabajadoras sexuales de Quito también veían con esperanza el término del estado de excepción. Quieren volver a los sitios de diversión nocturna que, durante la pandemia, han permanecido cerrados. La necesidad las ha ‘lanzado’ a la calle.

Daysi trabaja en la Bolivia, vía del norte. Los clientes no son muchos, pero al menos sobrevive. Lleva en su mano un frasco de alcohol y en la cartera los preservativos. Los hombres se acercan a ella y negocian entre susurros. Se van juntos.

Antes de eso, cuenta que laboraba en uno de los cuatro burdeles que funcionan en esa calle. Con la posible reactivación de esta actividad, lo único que le dijeron es que de las 140 mujeres que daban servicio ahí, solo regresarán 20. “Por el tema del distanciamiento y evitar los contagios. Aunque ya sabemos que habrá preferidas”, dice.

Valverde explica que para evitar que algunas chicas se queden sin empleo, se propone hacer turnos rotativos. Es decir, que un grupo trabaje por unas horas y otro, después. “Para eso debería haber una extensión de horarios”, agrega.

En Quito hubo un proceso de regularización de centros de diversión nocturna desde 2016. Para seguir funcionando, sus dueños hicieron fuertes inversiones que no han recuperado, según la Asoprodemu.

Esta asociación también entregó al COE nacional un protocolo para reactivar este sector. “Este es un negocio como cualquier otro, pero no es una prioridad para las autoridades”, acota.

Juan Zapata, director del ECU-911, recalca que no hay fecha de reapertura para estos negocios. “La emergencia no ha pasado, el virus sigue aquí”, replica. Aún se considera a estos locales, que en Quito suman 120, entre legales e ilegales, como un posible foco de contagio.

Sin embargo, la propuesta, según Zapata, aún está siendo analizada en la mesa dos de Salud del COE nacional. “No ha sido puesto aún a consideración de la plenaria”.

Dentro de las medidas que se proponen desde la Asoprodemu están: la no venta de licor dentro de los establecimientos por al menos dos meses, pues “ya se conoce que las personas con alcohol tienen menos control”, indica Valverde. Además de la ocupación al 50 % de aforo de los locales y que solo volverían a funcionar los más grandes.

Daysi dice que de alguna manera ella y sus compañeras adoptaron ya estas medidas en el trabajo independiente y que hasta ahora están sanas.

Nixon Merizalde, representante de la Asociación de Centros de Diversión Nocturnos 15 de Septiembre, del cantón Playas, invita a las autoridades a reunirse con ellos para viabilizar su trabajo pues, entre las propuestas también está vigilar el estado de salud de las sexoservidoras. “Al igual que los exámenes que se realizan una vez al mes para detectar enfermedades de transmisión sexual, tendrían que hacerse pruebas de la COVID-19”, propone.

Por su parte, Manuel Córdova, propietario de un prostíbulo porteño, recuerda que a causa de los prejuicios que conlleva este oficio, muchas veces no son sujetos de créditos bancarios y los ahorros con los que sobrevivieron durante estos seis meses de inactividad, se esfumaron.

Le apena que a pesar del esfuerzo realizado -con ‘Coronasutra’ incluido- para buscar medidas de bioseguridad, el futuro de quienes laboran y acuden a estos negocios sea todavía incierto.