Exclusivo
Actualidad

¡Si no tiene dinero, caña o madera!
Gorka Moreno, Portoviejo (Manabí)
El ingeniero civil Hugo Cedeño, residente en Portoviejo, y el arquitecto Miguel Camino, rector de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí y ex director provincial en la Secretaría de Gestión de Riesgos, consideran que una gran parte de los edificios afectados en el terremoto del pasado 16 de abril presentaban fallos estructurales, propiciados a menudo por un intento de abaratar los costos constructivos.
Tras la primera parte de este especial, publicada ayer, ambos aportan nuevas claves para levantar inmuebles más seguros.
VIgas, Columnas Y Hierros
La Norma Ecuatoriana de la Construcción (NEC) establece que las losas deben apoyarse sobre vigas y estas, a su vez, ir unidas a columnas. Los nudos que conforman vigas y columnas dan resistencia al edificio y son vitales ante los sismos. Porque los temblores provocan movimientos de tierras horizontales que cargan sobre ellos.
Pero una gran parte de las construcciones dañadas en esta ocasión, según Cedeño, “no tenían vigas”, solo columnas y losas, o estaban mal distribuidas. “Desde el año 2000, eso se prohibió”, confirma.
Si la distancia entre las columnas es pequeña, el inmueble siempre reaccionará mejor, “aunque cueste mucho más dinero”. Y resulta preferible no incluir columnas muy esbeltas y de mucha altura, ya que pueden acrecentar los riesgos de derrumbe.
Un alto porcentaje de los inmuebles colapsados, además, se habían sobrecargado. “Hubo gente que construyó su casa de uno o dos pisos y después, alegremente, construyó uno o dos más solo porque un maestro le dijo que había una buena base. Por eso a veces se veían algunas tumbadas al lado de otras que resistieron”, detalla Cedeño.
Para ilustrar este defecto estructural, Camino pone como modelo de buenas prácticas el Empire State de Nueva York, que conforme gana altura va reduciendo el peso de su estructura: “Si una persona tiene las piernas delgadas, ha sido flaca toda su vida y de repente engorda mucho, sufrirá lesiones en las piernas. Esto es lo mismo”.
Por lo tanto, la estructura debe ser más robusta en la base y luego, conforme aumentan las plantas, más liviana. Y en virtud del uso que se vaya a dar al inmueble (casa, oficina, comercio), el ingeniero calculará el peso interior que deberá soportar más adelante.
Por ejemplo, en las oficinas hay que contar con estructuras aún más fuertes, ente otros motivos, “por la gran cantidad de papel” que puede acumularse en archivos y otras dependencias. “Eso implica que si construyes una casa, no puedes usarla después para una gran oficina”, aconseja Cedeño.
Los especialistas han comprobado que una gran parte de los inmuebles derrumbados tenían “pocos hierros” en sus columnas debido a su alto precio, de modo que el terremoto prácticamente “las cortó”. La correcta utilización de estos elementos, también prefijada en la normativa, es crucial para sobrellevar el impacto y las deformaciones ocasionadas por un temblor.
Los hierros, realmente compuestos de acero, deben ser rugosos, nunca lisos “porque estos no agarran”, y contar con unos grosores determinados dependiendo del tipo de construcción. “Según las dimensiones de la columna, debe añadirse una cantidad mínima”, puntualiza el ingeniero.
Es un error de bulto dejarlos a la intemperie en la cubierta, pensando en levantar más plantas en el futuro. Porque tienden a oxidarse, especialmente en áreas cercanas al mar, y ya no resultan efectivos salvo que se cepillen o traten con aditivos. “Esta es una práctica casi general y muy peligrosa”, advierte.
Lo barato sale caro
Una de las costumbres más temerarias es “ahorrar” al máximo en los materiales, contraviniendo la normativa. Debe emplearse un hormigón de buena calidad, fabricado con agua dulce y la cantidad precisa de cemento, no como el detectado en muchas obras colapsadas, que “se deshacía” en las manos.
Asimismo, la arena tiene que proceder de ríos o canteras y no del mar, aunque esta sea más barata. “La de mar daña el hormigón y oxida los hierros. Y, en ese caso, estos pierden sus propiedades dinámicas y de trabajo”, atestigua Cedeño.
Para evitar que las paredes se caigan, estas deben atravesarse perpendicularmente con pequeñas columnas. Una técnica que también hay que utilizar de manera transversal para dibujar pequeños “paños” o celdas independientes dentro del muro, que funcionen de forma autónoma y distribuyan el peso correctamente.
Sin volados
El ingeniero y el arquitecto apuestan por edificios de formas cúbicas, piramidales, semicirculares y muy limpias, “tanto en la planta como en el perfil”. Consideran necesario evitar los ornamentos exteriores y los volados aparatosos como viseras, pórticos y balcones pesados, que sobresalgan de la estructura.
“A veces se buscan diseños muy especiales, pero nuestra realidad no nos lo permite. No podemos hacer obras excéntricas”, afirma Cedeño. “Hay curvaturas y volados que no están bien amarrados a las paredes y, a veces, son demasiado pesados para las columnas. Por eso caen”, añade Camino, partidario de no construir piscinas en las partes altas.
Tipos de viviendas
Si el afectado no puede levantar una casa de hormigón acorde a los requisitos exigidos por falta de presupuesto, proponen recurrir a la madera y la caña, ya que su elasticidad es mayor ante un sismo.
“En el pasado, la arquitectura vernácula nos dio viviendas frescas, muy cómodas, con entrepisos apropiados, áreas definidas... Pero no es apta para más de dos plantas. Abandonamos ese estilo con el modernismo y, ahora, el hormigón nos ha pasado factura”, rememora el ingeniero.
Antes de la tragedia, Camino emprendió un curioso proyecto en una zona ajardinada de la universidad. Creó un aula al aire libre, rodeada de pequeños muros construidos con distintos materiales como adobe, tierra, bloque, ladrillo, hormigón, varias clases de caña...
El terremoto puso a prueba su experimento. Y el resultado fue revelador: solo permanecieron en pie los tres de caña. El resto se hizo añicos. “Mi oficina construyó las cabañas del mercado de Tarqui con caña de guadua. Los hoteles se derrumbaron, pero estas se encuentran intactas. Todo el sistema se basa en un esquema de triángulos, que descansa sobre una base de hormigón bien enterrada. El error es añadir elementos de hormigón a la estructura original, como un portal o un balcón de losa”, analiza el rector.
En las edificaciones altas de hormigón, la clave es cumplir la normativa. Porque según la zona de riesgo, un terremoto puede hacer que el inmueble se desplace con una fuerza del 20 por ciento respecto a su peso. “Una construcción muy pesada puede volverse peligrosa”, indica el ingeniero portovejense. “Ni el hormigón ni la caña son malos. Es malo el que construye”, apostilla Camino.
Los especialistas especifican que las construcciones mixtas de madera y hormigón pueden ser una buena alternativa, siempre y cuando la combinación no se emplee para edificaciones con muchas alturas.
Y por supuesto, la ética
En última instancia, Camino hace un llamamiento a todos los profesionales involucrados en el proceso constructivo para que actúen con responsabilidad, no busquen el dinero rápido y no cedan ante posibles presiones de clientes u otras instancias.
“Si viene alguien y me dice que no ponga una cimentación, hierros u hormigón de calidad, lo dejo botado. Si soy funcionario municipal y me toca revisar unos planos erróneos, no debo firmarlos, aunque me ofrezcan una -supuesta- propina. Y si soy inspector de obra y solo me asignan a dos o tres empleados para controlar infinidad de edificios, tengo que renunciar”, concluye.