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Ángeles, pesebres y campanas navideñas
En Quito hubo un recorrido para conocer la importancia de estos tres temas en la cultura religiosa capitalina.
Ninguno de los siete arcángeles del Apocalipsis sonríe. Con una mirada que atemoriza, revelan firmeza. Sus rostros están plasmados en lienzos que miden aproximadamente cinco metros de largo por uno y medio de ancho.
Su magnificencia se observa en la sacristía de la iglesia de La Merced, en el Centro Histórico de la capital.
Son las 10:00. Vísperas de Navidad. Y empieza el recorrido guiado sobre campanas, pesebres y ángeles. Rina Artieda, relatora de la Cofradía de los Duendes Quito, señala que se hace al menos un recorrido mensual para conocer distintas temáticas en la ciudad.
Cada uno forma parte de la cultura capitalina, asegura Artieda, alistándose para quienes decidieron conocer más sobre esto. Se dirige a más de ocho turistas a través de un pequeño parlante que cuelga de su cintura.
Llegaron al templo y con su mirada hacia arriba recorrían los rasgos fuertes de Miguel, Raguel, Rafael, Gabriel, Uriel, Sariel y Remiel.
“Podría decirse que ellos son la cúpula militar de Dios”, relata Artieda. Todos son los encargados de que la voluntad del Todopoderoso se cumpla en la tierra y en el cielo.
Suena como una prédica, pero su relevancia en los quiteños llegó de mano de la conquista. Además, aquella importancia en la religión judeo-cristiana, según la guía, es la protección que brindan.
“Han estado presentes, de un modo u otro, en culturas como fenicios, babilonios y egipcios. Los judíos los adaptaron a su cultura”, relata. Generalmente, los ángeles están acompañando a un santo en los lienzos católicos.
Víctor Mideros (famoso pintor de 1900) decidió destacar a los siete de modo individual. Fue una obra maestra porque la gente decía que el artista pintaba con la paleta de Dios.
El segundo tema que se plantea en el recorrido son los pesebres o belenes, haciendo alusión a Belén, sitio de nacimiento -según la tradición- de Cristo. Francisco de Asís, santo católico, hizo un recorrido por Tierra Santa (cerca de 1200), incluyendo el lugar donde Jesús vino al mundo.
Lo replicó a sus seguidores y, cuenta la leyenda, que la figura que se colocó como parte del nacimiento de barro esbozó unos sonidos. Milagro, le atribuyeron al iniciador de la tradición, llevada evidentemente por los españoles a América.
En Quito su elaboración no solo se quedó en las casas de los creyentes, embebidos por el entusiasmo navideño. Las iglesias como La Merced o San Francisco se especializan en el tema.
Por último, vienen las campanas. Artieda dice que la idea de estos recorridos es que los presentes tengan otra mirada de los objetos cotidianos. En el caso de los campanarios, hubo un tiempo en el cual eran un medio de comunicación.
Se los utilizaba, por ejemplo, para llamar a los feligreses a la iglesia para las misas. También como una alerta por algo que ocurría o incluso para avisar sobre un evento importante como la muerte de un rey o un personaje conocido.
Pero la modernidad hizo que fueran perdiendo esa función de mancomunidad. Aunque actualmente no se han ido completamente las actividades que se hacen antes de usar la campana.
Una de ellas es la costumbre de exorcizarlas. Sí. Es por el hecho de que son fundidas con materiales que están debajo de la tierra. (MAG)