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¡Joven consumió ocho pases de droga en un bus de Guayaquil!
Un usuario captó a un joven jalando de forma compulsiva en un bus que transitaba por el centro de Guayaquil. Responsables de servicio admiten la dificultad de acabar con estas prácticas.
El joven no despegaba su mirada de la funda, como un crío hambriento con un helado de chocolate en las manos. La abrió con cuidado, goloso, se dio un primer pase y ancló de nuevo los ojos en su ‘tesoro’ de a dólar. El narcótico que lo tenía abstraído presumiblemente era ‘H’, una sustancia letal que muchos expendedores de Guayaquil cortan con krokodil y metanfetamina, tal y como adelantó EXTRA.
En poco más de dos minutos, inhaló siete veces más. Ni siquiera se molestó en ocultarse tras una chaqueta o bolso para no llamar la atención. Jalaba a cara descubierta, delante de los demás pasajeros, que preferían guardar silencio y evitar el contacto visual con él, quizás por temor a posibles conflictos. Su único camuflaje eran unas gafas de sol negras.
La escena fue captada el pasado jueves por la tarde en un bus de la cooperativa Tarqui “que cubría la línea 32-1”, entre la plaza Eloy Alfaro y el Malecón Simón Bolívar. El incidente se produjo cuando el vehículo circulaba a la altura de la Bahía, centro del Puerto Principal.
El autor del vídeo, cedido a EXTRA, valoró que la mayoría de los usuarios no se atreve a denunciar estas prácticas por “puro miedo”. Pero él decidió arriesgarse y utilizar su teléfono móvil porque anhela generar un cambio con estas imágenes.
“Al ‘man’ le daba igual. Entraban mujeres, niños, adultos... Es muy grave. Todos callan por temor a los expendedores y a los propios drogodependientes. Posiblemente porque esas personas no están en buen modo. Pueden explotar en cualquier momento”, destacó.
‘Emilio’ ya había presenciado sucesos similares. Pero por primera vez se sobrepuso a su inquietud inicial y mantuvo la serenidad necesaria para grabar lo ocurrido. Según él, una gran parte de estos adictos son “aguateros” que suben a los colectivos con el objetivo de vender su mercancía y, después, “jalan y jalan sin parar” en la parte trasera. Así pasan “un buen rato” hasta que se apean de los vehículos.
PIEDRAS E INSULTOS
Bartolomé Torres, presidente de Vigilancia en la cooperativa Tarqui, reconoció a EXTRA que esta clase de episodios son “bastante” frecuentes. Incluso subrayó que muchos choferes de su empresa ya han sufrido la ira de microtraficantes y consumidores. De ahí que no deseen intervenir más: “Cuando los conductores los botan, lo primero que hacen al bajarse es lanzar piedras contra los vidrios e insultarlos. No pueden meterse en eso. Tenemos miedo. Además, muchos son menores de edad”.
A su juicio, hay que infiltrar a policías vestidos de civil en los recorridos. Pero el representante de la cooperativa, que moviliza unos cincuenta buses diarios por la ciudad, no se mostró partidario de contratar a guardias privados. “Eso no nos compete”, recalcó en dos ocasiones.
“MUY DIFÍCIL DE CONTROLAR AL CIEN POR CIEN”
En los vehículos de otras entidades como la Metrovía, que fleta 357 unidades cada día, también se han dado casos similares. Sin embargo, para su gerente, Leopoldo Falquez, la solución pasa por lograr una mayor “implicación” de la ciudadanía: “La gente tiene que convencerse de que eso le hace daño. Solicitamos a los usuarios que denuncien estas situaciones. Si avisan al conductor o al vigilante de la parada más próxima, podemos hacer algo porque tenemos comunicación por radio con la Policía Nacional. Si algo ocurre en una estación, hay un policía que está mirando por una cámara y puede pedir refuerzos...”.
A diferencia de Torres, Falquez no abogó por incorporar a policías de incógnito dentro de los buses. En gran medida porque no se puede poner a uno “en cada parque, esquina” o lugar donde la gente consume. Pero sí coincidió con su colega en rechazar el despliegue de vigilantes privados dentro de los colectivos.
“Ruedan desde las 05:00 hasta las 23:00. El guardia tendría que andar armado para que lo respetaran. Entonces, ¿vamos a armar una batalla dentro un bus lleno de pasajeros? No se puede”, enfatizó.
Además, no tuvo reparos en admitir que “es muy difícil controlar al cien por cien” el consumo de estupefacientes en los vehículos. Porque ni siquiera las campañas de concienciación promovidas por la Metrovía, que inciden en temas como las normas de uso de los autobuses, son infalibles: “En colaboración con la Policía Nacional, hemos aumentado esta clase de iniciativas en las zonas aledañas a los colegios para tratar de erradicar el uso de droga, al menos dentro de las estaciones. Pero obviamente no podemos garantizar que en una unidad...”.
UNA DROGA MORTAL
La ‘H’ surgió casi como un experimento en la antigua Penitenciaría del Litoral, entre 2009 y 2010. Es una droga ‘made in Ecuador’, aunque su materia prima, la heroína, se importa de otros países como Colombia.
El año pasado, fuentes de Antinarcóticos indicaron a EXTRA que la comercialización de este alcaloide, que los traficantes adulteran con infinidad de químicos para potenciar su efectivo adictivo e incrementar los beneficios, comenzó a extenderse como una plaga por la urbe porteña entre 2011 y 2012.
Sus efectos son devastadores: miles de atenciones médicas en los centros de salud, muertes que ninguna institución ha cuantificado por ahora, bebés recién nacidos que heredan el síndrome de abstinencia de sus madres adictas...
Algunos especialistas como Ithel Idrovo Arana, creador de la Fundación Salva Tu Vida, van más allá y se atreven a definir el fenómeno como “una pandemia”. El problema es de tal magnitud que la ‘H’ ya se ha convertido en la droga más consumida en los colegios. De hecho, ha habido épocas en que las incautaciones de este narcótico dentro de instalaciones educativas han sido veinte veces mayores que las de cualquier otra sustancia.