Le pegó a su ex y luego quiso darle al policía

Lo conoció en Facebook. Los primeros mensajes apuntaban a un hombre amable, genuinamente interesado, que solo buscaba la compañía de una chica que le “parecía superagradable”, como solía escribirle. Lo veía como alguien con quien valdría la pena entablar una relación y lo aceptó. Al poco tiempo se mudó a la casa de él. Luego empezó la pesadilla.

Ese ser detallista mutó a lo que ahora describe como “un monstruo” que la insultaba y la golpeaba. Cortó la relación para su bienestar emocional hace meses. Solo duraron dos viviendo juntos; pero para él la relación aún no terminaba, por eso justificaba haberle pegado cuando la mañana del domingo la vio cerca de su casa.

“Me partió la cabeza y también me dañó dos celulares para que no llame a Emergencias”, relató Mónica Zabala, en la Unidad de Flagrancia de la Policía, en el Albán Borja.

A dos metros de ella estaba Mario Xavier Espinoza Bustan, en una pantaloneta, descalzo y con el resto de su piel desnuda. Tiene tatuajes, anillos de acero y una furia que enciende su mirada hasta casi fulminar a su exnovia.

Para liberarse, fingió que no estaba molesta ni dolida. Ya entonces la había llevado arrastrando a su departamento. Ella aprovechó un descuido y corrió a la primera UPC cerca de la cooperativa Martha de Roldós. Cuando los oficiales lo fueron a ver, él los agredió e intentó quitarle el arma al sargento segundo Fernando Villón.

Mónica fue a la Policía porque días antes la había amenazado de muerte. Ayer, mientras ponía la denuncia, su expareja la intentaba ‘persuadir’. “Por gusto me pones la denuncia, igual voy a salir”, le decía en el patrullero.

En 2014, Espinoza Bustan fue procesado por robo. Mónica dice que también consume drogas. Aunque le había jurado que ya cambió.

BIMP

Otro caso

Casi la mata por no querer ir a dormir aún

La fiesta prometía aún diversión. Era una de esas reuniones en casa en donde nada malo puede suceder, una celebración de familia, donde todo es seguro; pero los celos no son amigos de la seguridad. No en casa de Érika Rendón.

Es venezolana y tiene un hijo de 6 años y otra de 4. El niño empezó a llorar a la medianoche y cuando subió a verlo ya estaba allí su esposo. Minutos antes, él vio cómo su primo le decía a Érika que ponga algo más bailable.

Por eso mandó: “Ya ven a dormir”. Ella se negó. Luego sintió los puñetes, muchos, tantos que le hincharon la cara como a un pez globo. Toda la cara: labios, mejillas. Hasta le cerraron un ojo.

Si no llegaba la familia, piensa ahora, quizá no lo esté contando. Él es ecuatoriano. Se conocieron allá en el país de ella y están acá desde agosto pasado.

José Daniel Bailón Bailón nunca la había atacado, por eso Érika dice que no quiere que lo lleven preso, “por sus hijos”.

“Sé que hay mujeres que mueren porque las atacan sus esposos. Yo solo me voy a ir a Yaguachi. Allá tengo una familia”, explica Érika.

Reconoce que es celoso. Cree que antes no pasó porque allá en su país tenía cerca a los suyos.