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Diario Extra Ecuador

Huella cañari en El Tambo

Cantón de Cañar conserva sitio donde líderes del gran imperio pasado se realizaban los baños de purificación

El Complejo Arqueológico de Coyoctor comprende estructuras de rocas talladas, como caminos, graderíos.

El Complejo Arqueológico de Coyoctor comprende estructuras de rocas talladas, como caminos, graderíos.Jaime Marín

Isabel Campuzano
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Ubicado a 169 kilómetros de Guayaquil y a 77 de Cuenca, el cantón El Tambo, provincia de Cañar, es un sitio histórico con sus tradiciones heredadas del Incario.

Su nombre que proviene del kichwa ‘tambu’ y significa “lugar de descanso o posada” revela que esta ciudad, que el 24 de enero de 2021 cumplió 30 años de cantonización, fue un sitio de descanso de los chasquis, hombres que llevaban el correo y encomiendas del inca, durante el Tahuantinsuyo.

Además de su denominación, el Complejo Arqueológico de Coyoctor Los Baños del Inca, ubicado a cinco minutos del centro cantonal, también revela la importancia que este sector tuvo hace siglos.

En un espacio de veinte hectáreas de terreno se conserva este bien patrimonial ancestral tallado en roca nativa, en el cual se destaca el Sillón del Inca y la mesa o Altar Cañari.

Las estructuras revelan la forma de trabajo de siglos pasados.

Alrededor del altar cañari lucen imponentes flores de escancel, acacia, palmas, granizo, rosas amarillas, lirio, ciprés, entre otras que complementan estos vestigios, anualmente visitados por unos cien mil turistas, el 26% de ellos extranjeros, según registros de Instituto Nacional de Patrimonio Cultural.

Las ñustas, otro recuerdo histórico

Previo a la fecha de recordación cantonal, en El Tambo también escogieron a sus ñustas, nombre quechua para las Reinas y Princesas en el Incario.

Con la designación de estas soberanas que representan al pueblo indígena, también se revive parte del acontecer incario.

Las Reinas o Princesas eran niñas de entre once y doce años de edad, escogidas por el emperador inca, a las que preparaban para ser sus esposas.

Ellas eran educadas por las llamadas mamaconas, quienes les enseñaban distintas artesanías, según los escritos de Max Uhle. (JM)

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