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Mis Historias Urbanas

Mis Historias Urbanas: El collar

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Cuando su mami le dio el collar aún no podía hablar. Desde entonces lo cargaba en todas partes. Lo llevó al jardín, a la escuela y el colegio.

No estaba seguro de dónde lo había sacado para entonces, solo sabía que era su collar y que estaba tan ligado a él como un brazo o cualquier otra parte del cuerpo.

Había escuchado que cuando uno quiere los detalles son importantes, por eso no fue difícil pensar en un obsequio para aquella primera noviecita de la adolescencia que lo hizo mirar estrellas y sentir mariposas. 

Una tarde, se sacó el collar y, después de un romántico besito, se lo puso… el collar; pero como casi todas las relaciones colegiales, la euforia pasó con los días y, otra tarde, sin mayores sorpresas ni dolores, la chica lo dejó, como se dejan las medias en la mitad del pasillo al llegar a casa. 

Luego ella se cambió de casa y nunca más la volvió a ver. Nunca hasta aquella tarde en que vino de nuevo a su memoria cuando su madre entró al dormitorio. 

-Por cierto, Daniel, hijito, ¿dónde anda tu collar de recién nacido? Tragó saliva y mintió. Dijo que en un descuido lo había perdido, en una clase de Educación Física. 

Sintió un nudo en la garganta cuando notó que su viejita empezó a llorar, por la pena. Y solo hasta ese momento supo que antes de morir, su bisabuela se le dejó el collar de oro como regalo, con aquel curioso dije que había traído un tío de la guerra de Vietnam. Hoy solo espera que su collar aún exista.