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Diario Extra Ecuador

Buena Vida

¡Locos por las Vespa!

Desde hace dos años, una agrupación se reúne cada sábado en el centro de Guayaquil para compartir su afición por esta moto. Sus miembros quieren organizar un gran evento nacional.

Manejando en caravana por el corazón del Puerto Principal.

Manejando en caravana por el corazón del Puerto Principal.Christian Vásconez / Extra

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Diana Romero / Guayaquil

La fresca noche de verano atrae a los transeúntes hacia el centro porteño, cerca del río, como si ejerciera la fuerza de un imán. Son las ocho de la noche y la plaza San Francisco está llena de niños con padres, vendedores ambulantes, jóvenes que se toman selfis. De pronto, ellas empiezan a llegar... y todos las miran sorprendidos. El sutil rugido ronco y profundo de los motores de Filomena, Blanca, Pancha, Lolita y Tefita se hace notar.

Cada sábado por la noche, desde hace aproximadamente dos años, la plaza es el punto de encuentro de quienes integran Classic Scooter Guayaquil, una agrupación de ‘vesperos’ que se reúnen para dar vida a su mayor pasión: rodar por las calles de la ciudad, entre amigos.

–Cada moto tiene su nombre.

–¿Y ya les hicieron un bautizo?

–No, pero planeamos hacerlo en algún río próximamente.

Aunque el colectivo está integrado por cerca de cuarenta motociclistas, los sábados acuden más o menos quince. Karen García, de 32 años, es la presidenta. La suya, una Vespa azul claro, se llama Tutti. Su conexión es emocional: la moto y el amor llegaron a su vida al mismo tiempo.

“Hace catorce años, Luis me iba a ver al colegio en una Vespa. No me había subido nunca a una”, relata evocando aquel ejemplar de color vino.

Al principio le asustaba un poco montar en moto, pero ahora es su medio de transporte para todo. “Incluso así voy a recoger a los niños a la escuela”, asiente mientras toca el pequeño dije, en forma de motoneta, que cuelga de su cuello.

Luis Jiménez, mecánico de 33 años, es ahora su esposo, el padre de sus tres hijos. La pareja administra un taller de reparación de motos. Gracias al negocio, conocieron a más y más propietarios del clásico vehículo de origen italiano, se hicieron amigos y empezaron a salir juntos en busca de aventuras.

“Para mí, el amor por ellas nació desde muy pequeño porque mi padre fue el primer mecánico de Vespa en Ecuador. Aprendí el oficio. Así que, además de emocionarme, esto es para mí una herencia”, subraya Luis.

Suya fue la idea original de crear un colectivo. Aunque este existe desde hace seis años, hace dos se organizaron de manera formal, empezaron a realizar salidas semanales y otras actividades como viajes a la Sierra, la playa y zonas cercanas.

Este año planean promover un evento nacional. “Queremos reunir no solo a los clubes que sabemos que hay en Guayaquil, Quito, Cuenca y Portoviejo, sino a todos los que tengan una Vespa en cualquier parte del país y quieran acudir. Esperamos traer invitados internacionales, sobre todo del Vespa Club Medellín”, avanza Luis.

Gracias a las redes sociales –Facebook, sobre todo–, han establecido contactos con diferentes agrupaciones similares en varios países de Latinoamérica como Perú y Colombia, donde ya han entablado algunas amistades. Todo en torno a la misma afición.

Compañera de viajes

En Classic Scooter Guayaquil hay jóvenes de veinte y treinta años, los hijos de algunos de los integrantes y quienes pasan de los cincuenta o sesenta y buscan seguir sintiendo el viento sobre su cara. Uno de ellos es Eduardo Arias, de 52. Las Vespa irrumpieron en su vida cuando era adolescente. Fue como enamorarse, dice. Y nunca se recuperó de aquel flechazo.

“Tenía 17 años y mi papá me regaló una guitarra, pero no sabía tocar. A un amigo, en cambio, le encantaba mi guitarra y él tenía una Vespa arrumada en el patio de su casa. Entonces hicimos un cambalache. Me llevé la moto. Claro, esto me costó una buena paliza de mi papá”, recuerda a EXTRA entre risas.

“Esto es un vicio, un vicio caro”, atestigua mientras mira a su Tefita, la Vespa gris en la que ha ido al encuentro del sábado. Pero Tefita no es la única a la que mima. También están Pancha, Roberta, Alexis, María y ocho más, de diferentes colores, velocidades y cilindradas, que conforman su colección.

A la Andariega le tiene un cariño especial. Con ella comparte la carretera, interminables viajes de siete horas de Guayaquil a Quito o de quince horas de Guayaquil a Loja. Próximamente, tratará de llegar a Coca. “Me gusta viajar en moto porque se tiene una panorámica de 180 grados de todo lo que hay a tu alrededor. Si ves humo blanco, sabes que hay comida, y te detienes un momento a disfrutar de esas cosas. Son vivencias que no se pueden tener si uno anda en auto”, relata Eduardo.

–¿Y los riesgos?

–Siempre existen, pero esta es una moto segura, cómoda y confiable. Si se me baja una llanta, viene con otra de emergencia y eso es de mucha ayuda. Además, procuro viajar en la noche, cuando hay menos tráfico en las vías.

Diferentes formas de llegar

Aunque el taller de Luis y Karen jugó un papel fundamental en esta historia, no todos llegaron a la agrupación a través de él. Xavier Rendón, de 64 años, se enganchó este año a Classic Scooter Guayaquil cuando vio pasar a todos juntos por una de las calles de Urdesa. “Me uní y nos hicimos amigos. Me contaron del club, me interesó y ahora estoy aquí”, afirma.

A pesar de su edad, es uno de los integrantes más nuevos. “Toda la vida he tenido motos y siempre me han gustado, pero esta es especial porque no es tan veloz, es muy noble, clásica y nunca antes tuve una. Decidí finalmente comprarla”, explica.

–¿Qué le motivó a unirse al grupo?

–Ah, es que esto es como una terapia para mí: salir en la noche, sentir el viento, sentir la libertad...

En este corto período de tiempo ha realizado algunos paseos con su nuevo grupo de amigos. Hace algunas semanas, visitó Molleturo y también Yanayacu (a veinte minutos de El Triunfo). Para finales de este mes, una agrupación de ‘vesperos’ de Naranjal ha invitado al colectivo porteño a pasar una noche de camping en la hacienda de uno de ellos. “Iremos con carpas y con nuestras familias”, añade. Son el tipo de actividades que llenan y emocionan a Xavier.

Ingrid Malta, de 33 años, es otra de las mujeres que forma parte del grupo. Ella, al igual que Karen, se unió de la mano del amor. Cada sábado, la joven y su esposo –Carlos Solórzano, de 40– se suben a sus Vespa y recorren el Puerto Principal. Como Xavier, también lleva poco tiempo en el colectivo. “Conduzco carros desde hace ya mucho, pero como conductora de moto tengo apenas dos meses y medio”, apunta Ingrid, quien en este corto espacio ya ha realizado un viaje. Filomena, ella y el resto de su familia se fueron a Riobamba.

Es noche de luna llena en Guayaquil. Los ‘vesperos’ se alistan para salir en un recorrido más, que hoy incluirá algunas calles del centro de la ciudad, avanzará hasta la vía a Samborondón y terminará como siempre: comiendo juntos en algún punto y riendo entre amigos para luego ser parte del paisaje, fluir con el viento y dejarse llevar por el asfalto.

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