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¿Es saludable ducharse con agua fría? Lo que dice la ciencia sobre esta práctica
Ducharse con agua fría podría ayudarte… o perjudicarte. Claves para hacerlo de forma segura.
Aunque no es una práctica nueva, ducharse con agua fría ha ganado notoriedad en el ámbito del bienestar. Mientras sus defensores aseguran que revitaliza cuerpo y mente, los especialistas advierten sobre posibles riesgos, especialmente en personas con ciertas condiciones médicas. ¿Qué dice realmente la ciencia?
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Crioterapia: una técnica con historia y nuevos usos

La crioterapia consiste en la aplicación controlada de frío con fines terapéuticos. Desde compresas de hielo hasta duchas o cámaras de aire helado, esta técnica ha sido utilizada tanto en medicina como en el deporte. Sin embargo, su creciente uso doméstico plantea interrogantes sobre su seguridad y eficacia.
Aunque hay estudios que respaldan ciertos beneficios, el uso inadecuado puede ser perjudicial. La clave está en comprender sus límites y adecuarla a las características de cada persona.
Riesgos cardiovasculares y otros efectos adversos
El principal riesgo de las duchas frías radica en su impacto sobre el sistema cardiovascular. La doctora María Sanz Almazán, especialista en medicina general, advierte que el frío puede aumentar la frecuencia cardíaca y provocar vasoconstricción, lo que reduce el flujo sanguíneo y puede derivar en síncopes, angina o incluso infartos en personas con afecciones cardíacas.
El médico internista Ramiro Heredia, del Hospital de Clínicas José de San Martín (Argentina), señala que este tipo de exposición debe ser supervisada en pacientes con enfermedades cardiovasculares no tratadas adecuadamente.
Además, existen otros grupos vulnerables: personas con síndrome de Raynaud, crioglobulinemia, hipersensibilidad al frío y diabetes. Las exposiciones prolongadas o a temperaturas extremadamente bajas también pueden causar daños dérmicos, sabañones y problemas circulatorios.
¿Cuáles son los beneficios de las duchas frías?
A pesar de los riesgos, diversos estudios respaldan algunos beneficios. La exposición breve al frío desencadena una respuesta fisiológica que puede mejorar la circulación, reducir inflamación y aliviar el dolor muscular.
Según la Clínica Mayo, las duchas frías provocan una vasoconstricción inicial seguida de una vasodilatación que mejora el retorno venoso, especialmente en personas con várices o insuficiencia venosa. También pueden aliviar síntomas como pesadez o hinchazón en las piernas.
La psiquiatra Vanika Chawla, de la Universidad de Stanford, destaca que el frío ayuda a reducir la rigidez muscular y la disfunción gracias a la disminución del flujo sanguíneo en los tejidos inflamados.
Un impulso al sistema inmunológico y al metabolismo
Desde el punto de vista inmunológico, las duchas frías pueden aumentar la producción de glóbulos blancos y la liberación de noradrenalina, fortaleciendo las defensas del organismo y mejorando el estado de ánimo.
Además, favorecen la termogénesis: un proceso que incrementa el gasto energético y activa la grasa parda, un tipo de tejido que ayuda a mantener la temperatura corporal y puede combatir la obesidad, la diabetes y otros trastornos metabólicos.
Un estudio alemán incluso demostró que la combinación de duchas frías con técnicas de respiración de yoga puede reducir significativamente el estrés.
Temperatura ideal y precauciones
Para que los efectos beneficiosos se manifiesten, la temperatura del agua debe estar por debajo de los 15°C. Sin embargo, para evitar daños en la piel o el sistema nervioso, no debe descender de los 5°C. La recomendación es adaptar la temperatura gradualmente y respetar los límites del cuerpo.
¿Con qué frecuencia es recomendable?
No hay una frecuencia única para todos. Los expertos coinciden en que la regularidad y la progresividad son esenciales. Se sugiere comenzar con sesiones breves, de entre 30 segundos y 2 minutos, y aumentar gradualmente la exposición, siempre evaluando la respuesta del organismo.
Una forma segura de iniciar esta práctica es terminar la ducha con un chorro de agua fría, tras haber comenzado con agua templada. Esto permite al cuerpo adaptarse sin sufrir un choque térmico brusco.
Recomendaciones para una ducha fría saludable
- Consultar al médico antes de comenzar si se tiene alguna afección previa.
- Comenzar de forma progresiva, alternando agua templada con fría.
- Aplicar el agua fría desde los pies hacia arriba, favoreciendo la circulación.
- Limitar el tiempo de exposición a unos pocos minutos.
- Escuchar al cuerpo: si se presentan mareos, entumecimiento o malestar, es fundamental detenerse.
Las duchas frías no son una solución mágica, pero tampoco deben descartarse como una moda sin fundamentos. Su eficacia depende del contexto, la frecuencia y el estado de salud de cada persona. Cuando se realizan con moderación y bajo orientación médica, pueden formar parte de una rutina saludable y revitalizante.