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El olvido de un crack
Carlos ‘Loco’ Larrea sigue viviendo una pesadilla sumergido entre basura. Espera que alguien lo ayude de urgencia, y le permitan entrenar a un equipo. La ayuda tiene que ser urgente.

Hace 10 años EXTRA lo visitó. Ahora la situación es peor.
Sumergido en basura, entre plásticos, paredes de madera agrietada y placas metálicas, vive Carlos ‘Loco’ Larrea. Una gloria eléctrica, que ahora luce desolado, con un rostro marcado por las arrugas, testigas del paso de sus 89 duros años. Un crack que hizo historia en la década del 60, y que ahora en cambio sufre en su vivienda de Cristóbal Colón y la 11 en Guayaquil.
EXTRA visitó de nuevo a Garrinchita, como hace diez años, cuando se conoció su drama tres años después de que derribasen su hogar. Desde entonces, nada mejoró. Todo lo contrario. La basurá creció, desperdigada tanto dentro como fuera de sus cuatro paredes, su ropa está desgastada y su querida gorra del Bombillo, machacada.
Vive rodeado de cosas que recoge en la calle, “en la miseria”, como él mismo describe: “No hay que ocultar lo que se ve, ya ni siquiera nadie me visita”.
Lo olvidaron
Larrea, ingeniero industrial y quien fuera crack de Emelec, pasa el rato escribiendo poesías de fútbol. Es el único momento en el que viaja, sale de su “miseria” y disfruta imaginándose otra vida... recordando aquellos años en los que sudaba la camiseta eléctrica.
Tiene un dolor en el alma, a pesar del bueno humor que maneja. A ratos se quiebra, las lágrimas invaden su cara, pero en segundos se da fuerza. “Ya me puse a llorar, no lo puedo hacer. Tengo que ser fuerte, la tengo que pelear, aunque esté solo, lo voy hacer. Nada de llorar”, se repite a sí mismo.
“Mi verdad no la puedo ocultar, vivo rodeado de la nada, porque en realidad es solo basura”, reconoce segundos después, una vez controlado el llanto. No exagera, esa soledad rodeada de residuos lo está matando. No hay más que caminar por los alrededores, donde un estrecho caminito une su vivienda con la carretera. Ratones, botellas y varios agujeros a cada paso, entre un olor fuerte por los desechos y por el baño improvisado que colocó a pocos metros.
Hace años, un gobernador del Guayas le dio la mano, le mandó a limpiar todo el solar, pero nunca más lo visitaron, según cuenta. Al recordalo, mencionó al actual, José Francisco Cevallos: “Antes de entrar al cargo me dijo que me iba atender, luego fui a verlo dos o tres veces, pero me decían que estaba ocupado y me cansé de ir”, confiesa, reivindicando que entre deportistas se deben ayudar.
La limpieza urge, así como una obra que mejore su vivienda y pueda vivir en unas condiciones dignas. “Este solar me dicen que cuesta como $150.000. Yo fui al Miduvi para que me hagan un préstamo para una casita, pero todo el dinero que antes tenía se me fue en pagar permisos y al final me quedé sin casa”, nos explica Larrea.
Pero ni siquiera así pierde el buen humor. Mientras cuenta sus vivencias, luce con una chompa de un equipo italiano. “Mírala bien. Me la compré en el mall, sí en el mall. Pero en el mall del suelo, donde todo se puede recoger y no hay que pagar”, dice riéndose.
Pero las emociones van y vienen. Porque pronto se da cuenta de que no tiene la gorra y no sabe donde la ha dejado. Es su tesoro, porque tiene el escudo de Emelec y su Bombillo no se lo pueden tocar. Por su venas corre la sangre azul, como insiste en cada conversación, que irremediablemente desemboca en su amado equipo.
Petición a Neme
Garrinchita, quien esconde varias sorpresas, como su conocimiento del inglés y el italiano, tiene muchas ideas para resurgir. Solo necesita una oportunidad, reclama a cada rato. Por ello, le gustaría poder estar cara a cara con algún directivo de Emelec: “Me gusta entrenar a los chicos y podría estar al frente de alguna escuela de fútbol del equipo de toda la vida”.
Hablar de fútbol le ilumina el rostro. El deporte ha sido parte de su vida, y quiere que la pelota sea la que ahora le devuelva la felicidad, porque es lo más importante. “Aún tengo fuerzas para entrenar”, considera, y recuerda que cuando él jugó no eran bien pagados, por lo que no exige mucho billete.
“Te imaginas tener al presidente Nasib Neme delante, para decirle que quiero tener mi escuela o que me preste algo de dinero para ponerla. Yo le doy mi solar en prenda”, sueña.
“Al jugador de este sector hay que enseñarle, darle para comer y el transporte. Esto último no hay acá”, expresa Larrea, quien se preparó para DT en Argentina.
¿Le da la mano?
Además del laburo en el Bombillo, Larrea espera poder tener ayuda. Él vive del bono solidario, pero sus vecinos le dan la mano cuando pueden y al menos todos los días duerme bien comido. Desde hace cerca de dos años, Carlos Domínguez, quien tiene un asadero de pollos a tres cuadras de su solar, le da alimentación para él y sus gatos.
“Sé que fue un crack del Emelec. Aquí viene la mayoría de los días, le damos comida para él y sus gatos. A veces también se le ayuda con alguna pastilla. Pero él necesita del apoyo de todos”, expresa Domínguez, un buen samaritano.