El fútbol ecuatoriano vuelve a teñirse de luto. La madrugada del viernes 12 de septiembre dejó una herida imborrable con la partida de Leandro Danilo Yépez Barro, delantero de Exapromo, quien perdió la vida a los 33 años tras luchar dos días en el hospital luego de resultar gravemente herido en el ataque armado ocurrido en Manta, hecho en el que también falleció el jugador Maicol Valencia.

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“Quiero comunicar a todos mis familiares y amigos que falleció mi hijo Leandro Yépez. Se hizo todo lo humanamente posible, pero se nos fue. Estamos destrozados”, fueron las palabras de Jacinto Yépez, padre del futbolista, confirmando una noticia que estremeció al balompié nacional.

Leandro había llegado apenas un día antes a Exapromo Costa como refuerzo para enfrentar a Deportivo Quito. El destino, sin embargo, le negó la posibilidad de vestir esa camiseta y sumar una nueva página en su carrera. Su corazón, que tantas veces celebró goles, dejó de latir la noche del viernes, dejando un vacío profundo en su familia, compañeros y en todos quienes lo conocieron dentro y fuera de la cancha.

¿Quién era Leandro Yépez?

Nacido en Mocache, provincia de Los Ríos, el 1 de febrero de 1992, Yépez fue conocido con cariño como “Mocachino” o “Chino”. Forjado en el fútbol de ascenso, debutó profesionalmente en 2014 con Clan Juvenil. Desde allí emprendió una carrera constante, defendiendo camisetas de Anaconda FC, Técnico Universitario, Audaz Octubrino, Chacaritas FC, Cumbayá FC y Deportivo Quito.

Con garra y olfato goleador, acumuló 97 tantos en su carrera, siendo siempre un delantero de lucha y sacrificio, de esos que se ganan el respeto a base de entrega. En los últimos años defendía al Atlético Santo Domingo en la Serie B, donde era pieza clave en el ataque. Y los últimos días estuvo en Exapromo de Manabí.

Hoy, el fútbol ecuatoriano despide a un hombre que supo honrar la camiseta en cada club que defendió. Más allá de sus goles, quedará el recuerdo de su humildad y de su sonrisa sencilla, la que siempre lo acompañó en cada entrenamiento y en cada vestuario.

El balón, en silencio, rueda con lágrimas. El grito de gol de Leandro Yépez quedará eterno en las canchas que lo vieron brillar.

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