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Diario Extra Ecuador

Deportes

La campana de la muerte

Hace 36 años, Ángel Matamba ‘soñó’ para siempre a su compadre Domingo González en un cuadrilátero de Lima. El combate marcó la vida del esmeraldeño, que ahora es pastor y lídera la casa evangélica Atletas en Cristo.

Ángel Matamba dejó el boxeo en 1997 y se acercó a la religión evangélica. Ahora dirige la Casa Atletas en Cristo.

Ángel Matamba dejó el boxeo en 1997 y se acercó a la religión evangélica. Ahora dirige la Casa Atletas en Cristo.Miguel Canales / Extra

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Quinto asalto. Domingo ‘Mingo’ González jadea mientras su torpe mirada sigue los rápidos movimientos de piernas de Iván ‘Kid’ Matamba. El público ruge por un nocaut en el cuadrilátero de la Tribuna Norte del estadio Nacional de Lima.

Sexto asalto. ‘Mingo’ lanza eructos y no atina a dañar con sus golpes a su contrincante. Una hora antes de la pelea había devorado un plato de arroz con menestra y carne. Trastabilló hacia su esquina y se sentó con la cabeza gacha.

Séptimo asalto. La mirada y guardia de ‘Mingo’ son frágiles como el cristal. Un ‘jab’ de izquierda y un ‘hook’ de derecha en el cuello terminan por romperlo. Responde con algunos puñetazos vagos, pero sus piernas claudican y su cuerpo cae sobre la lona. Matamba había puesto fin a la vida de su amigo y compadre.

La noche del viernes 26 de junio de 1981, el esmeraldeño Iván Matamba cambió la euforia del triunfo por lágrimas. Se arrodilló sobre el ring para clamar perdón en tierra ajena, cuatro meses después del conflicto bélico entre Ecuador y Perú en la cordillera del Cóndor.

Treinta y seis años después, Iván ya no es Iván, mucho menos ‘Kid’. Decidió meterle un gancho a ese nombre con el que era anunciado en las carteleras pugilísticas de Ecuador, Perú, Colombia y Venezuela, para llamarse Ángel, aunque prefiere que le digan pastor Matamba. Así lo conocen en las canchas del complejo de la Asociación de Fútbol del Guayas donde juega Don Café, equipo del cual es dirigente desde 2002.

No es Pedro Navaja, pero de su dentadura emana un destello dorado cuando sonríe. Cuatro diminutas estrellas enmarcan sus incisivos centrales y laterales. Estas placas de oro son algunos de los pocos recuerdos que le dejó su joven y aporreada vida como boxeador, a mediados de los 70 e inicios de los 80.

“Tenía fama, dinero y decidí darme ese pequeño lujo; era lo que estaba de moda en esa época”, recuerda el afro nacido en Esmeraldas hace 63 años. Se puso los astros por 80 soles en la capital peruana, donde estableció su base para continuar su carrera en 1979, tras huir de una paliza.

Años atrás, varios empresarios sureños habían quedado cautivados por la agilidad de sus piernas y el largo alcance de sus brazos de ébano cuando integró una selección del Guayas que participó en varios combates en este país. Aprovechó el pasaporte que este deporte le concedió y se mudó a Lima.

Su estrecha relación con ‘Mingo’ nació en casa de un púgil peruano, donde se reunían para pasarla bien. Entre intercambios de golpes, consejos, historias y vivencias, Matamba y ‘Mingo’ acordaron sellar para siempre su amistad con un compromiso religioso.

“Nos hicimos compadres porque él tenía una niñita de 5 años llamada Alexandra, a la que iba a bautizar. Siempre nos decíamos compadre. Yo maté a mi compadre”, ensarta con frialdad.

Sueños, ‘cocachos’ y fama

A los dos años, Iván y su madre Bacila Arroyo abordaron una embarcación en Esmeraldas con destino a Guayaquil en un viaje que duró 18 horas.

Su padre, Eloy Matamba, fue un ‘enfermo’ de la política y militante del partido Concentración de Fuerzas Populares (CFP). De él atesora una frase que aún resuena en su cabeza: “hombres de no doblegar y mujeres de lucha y esfuerzo”.

Iván empezó a arrastrarse sobre las callosas calles de la 11 y Francisco Segura, en el caliente suburbio guayaco, para evitar goles. Tenía 12 años y se creía arquero. O al menos eso le hicieron pensar sus amigos de peloteo. Y como era flaco y largo como una manguera, tapaba los goles que en el indor valen rodados o hasta la rodilla.

Unos ‘panas’ lo convencieron para que mostrara sus aptitudes en Emelec. A sus amigos no les ‘pararon bola’, pero a él, por su buena estatura, lo escogieron para que actuara como defensa central. Pero su momento de gloria duró solo 10 minutos. “Me botaron por malo”, dice arrugando su piel cuarteada.

Agarró sus trapos y marchó a Barcelona. Fue en el club ‘torero’ donde se golpeó con su destino. Porque no solo seleccionaban a jóvenes para el fútbol, también para el boxeo. “Y como era buen cocachero, entonces me metí”.

Guillermo ‘Figurita’ Villagómez lo cogió a cargo y pulió el diamante que tenía en sus puños. Fue campeón nacional en las categorías pluma y wélter, a la vez que machacaba mandíbulas y rompía narices.

En las grandes ligas del profesionalismo se estrenó contra el manabita Luis Góngora, a quien ‘soñó’ a puñetazos. Luego llegaron más combates que lo ayudaron a forjar su carrera.

Pero el triste episodio que vivió con el temible ‘Chino’ Grijalva fue el boleto que lo mandó al exilio peruano. “Estaba bien cotizado y en una pelea me pusieron al ‘Chino’.

Él era una mole, salía de la cantina a pelear y era lo mismo; era un cuajado. Tenía como 45 peleas y yo solo tres”, rememora mientras balancea su delgado cuerpo para explicar cómo intentaba evadir la ráfaga de golpes.

El combate quedó sentenciado en el cuarto asalto cuando el ‘Chino’ le asestó un solo golpe. Así acabó su carrera en los cuadriláteros locales. No tuvo más oportunidades y, apaleado, se marchó a Perú.

El ‘round’ de la muerte...

‘Mingo’ tenía 27 años y se proyectaba hacia un título internacional, pero necesitaba una pelea para llegar bien afinado a la disputa de una corona. Los números avalaban su gran momento: 14 triunfos (6 por nocaut) y solo tres derrotas desde su debut en 1977.

A los promotores boxísticos no se les ocurrió mejor idea que escoger como contrincante a su compadre Iván.

El combate estaba pactado para marzo de 1981, pero los disparos por la guerra de Paquisha aún dolían en el corazón de peruanos y ecuatorianos. Por eso fue postergado hasta junio del mismo año.

Como ‘Mingo’ no llegaba a tiempo para el pesaje, los jueces recogieron sus cosas para marcharse cuando se escuchó un grito: “Oye, ‘dominguito’, la pelea”. Iván lo apresuró.

El limeño subió a la balanza y la decepción volvió a encoger la cara de su compadre: estaba pasado de libras. Pero qué carajos importaba, ‘Mingo’ había llegado y quería pelear.

“Dijo que sería fácil, que me sacaba en el cuarto ‘round’. Me menospreció”, lamenta todavía Iván mientras acaricia su dispersa barba, adornada por contados pelos blancos.

Lejos de culpar a los golpes de Iván y al desafortunado, pero delicioso plato de arroz con menestra y carne que ‘Mingo’ -supuestamente- se comió antes del enfrentamiento, el peruano subía a los cuadriláteros con ciertos problemas de salud.

Atilio Valladares, periodista peruano, escribió ese mismo año en la revista Caretas que Domingo González había esquivado el ‘round’ de la muerte desde 1974.

Antes de enfrentarse a su ‘pana’, se encontraba en Arica y sufrió un desmayo. El combate fue suspendido. En Lima le prescribieron descansar seis meses.

También enfermó de hepatitis -según Valladares-, pero una vez curado volvió al ring, donde fue noqueado otra vez por Orlando Romero en Trujillo y por Bendezú en Tacna.

Primer asalto. ‘Mingo’ sale sobrado tras escuchar la campana. Espera los golpes de su compadre, pero ‘Kid’ Matamba solo agita sus piernas a gran velocidad para marearlo. Mucho estudio y pocos tortazos.

Segundo y tercer asalto. Tibio intercambio de golpes. El público se emociona, pero nuevamente los compadres entran y salen del duelo. Domingo rehúye el cara a cara con Iván.

Cuarto asalto. ‘Mingo’ denota cansancio. Su respiración es acelerada, parece un globo a punto de estallar. ‘Kid’ Matamba se acerca, golpea fuerte y sale bailando para evitar ser golpeado.

Empieza la cuenta regresiva. Mareo, golpes y muerte. Silencio, palpitaciones y oscuridad. Iván clava sus rodillas sobre la lona, sus agobiantes alaridos se disipan entre el confuso bullicio de los aficionados, que celebran su triste triunfo y los últimos y estériles esfuerzos por reanimar el corazón de ‘Mingo’.

Iván ingresa a la 01:00 al enorme y peligroso distrito Comas, uno de los 43 que conforman la provincia de Lima. Un periodista del diario El Correo lo lleva a casa de la mamá de ‘Mingo’, donde se realiza el velorio. “La gente no quería que fuera porque el barrio es duro”, rememora.

Baja del vehículo con su rostro chorreante de lágrimas y avanza entre la gente, que le clava sus miradas como alfileres sobre la piel. Pregunta por la mamita de su compadre. Cree que lo cacheteará o que, de alguna forma, le hará sentir su dolor por la muerte de su hijo.

–Madre, perdóname por lo que causé.

Ella lo mira con ojos bañados de ternura.

–Hijo, no fuiste tú, fue el boxeo.

Pilas con esto

Autopsia

‘Mingo’ falleció por una hemorragia neumática de origen patológico. Se le había roto una arteria del cerebro a causa de un golpe.

Investigado

Tras la muerte de ‘Mingo’, permaneció dos años en Perú hasta que finalizaran las investigaciones.

Religión

Es pastor evangélico desde 2008 y lidera la casa evangélica pentecostés Atletas en Cristo.

Familia

Está casado con la peruana Zenaida Aranda con quien procreó dos hijos: Rosalía e Iván. También tiene una primogénita en Colombia, Lilian.

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