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“La gente me pide la estrella quince”
Jerson Ruiz, Guayaquil
Su pase de Liga de Quito a Barcelona fue tan rápido que dejó fríos a los hinchas de ambos equipos. El uruguayo es de hablar poco y prefiere que sus goles sean su carta de presentación.
Desde que llegó a Ecuador, la afición se identifica con él y sus tres anotaciones en este campeonato lo dicen todo. Su pasado en Liga de Quito le da un plus al partido de hoy en el Monumental. Es de esos futbolistas que no da por perdida una pelota, al extremo de que se enoja mucho cuando el balón no llega a donde él quiere.
EXTRA habló con ese Álvez que se ha metido en el corazón de los hinchas de Barcelona. Durante la entrevista, se mueve como si estuviera aún en la cancha, no se queda quieto, camina de un lugar a otro... Ese carácter inquieto ya lo hemos visto en los partidos.
Como faltan unas horas para el partido, todavía no se ha rasurado parte de la cabeza, como hace a menudo para realzar su ‘look’, copiado por muchos niños que piden permiso a sus padres para hacerse el peinadito.
Llega a Barcelona y no hizo la pretemporada. Pero en el primer partido, sale con la hinchada aclamándole y un gol...
Uno tiene que trabajar para ganarse a la afición, pero lo importante es hacerlo con la entrega en el campo de juego.
¿Es difícil conseguir que la hinchada esté de su lado?
Sí, es duro en un equipo grande. Las expectativas de la gente son muchas. Como jugador se trata de hacer lo mejor y aportar para el elenco.
¿Cómo fue la noche del debut?
Como tengo añitos en esto me sentía tranquilo, pero con mucha responsabilidad para lograr mi objetivo: ayudar al equipo.
Con todo lo que se dio, le sobraría la adrenalina...
No sé si era adrenalina, pero antes del debut en Barcelona me dio un cosquilleo cuando estaba por arrancar el partido. Eso terminó cuando comenzó el juego.
Pasa el primer partido y se quita los nervios del debut hasta con un gol. Llega el segundo encuentro y la fiesta se repite. Vuelve a anotar...
Cada partido es un desafío y una final. En Barcelona se toman así los cotejos, todos son a muerte. Y eso uno lo respeta en el campo de juego.
Es de los pocos jugadores que cuando no le sale algo, se recrimina a sí mismo en el momento, sin esperar a ver el vídeo o a que le critiquen...
Soy así. Uno trabaja para no errar en los partidos, pero como somos seres humanos, obviamente, fallamos. Y por eso me empeño para mejorar día a día.
¿Por qué no espera ni un poco y se reprocha al instante?
(Risas) Me siento fastidiado cuando no salen las cosas, siempre he sido así.
¿Qué es lo que más le molesta?
Por la posición donde juego (delantero), trato de meter el balón y salir a festejar. Pero cuando fallo un gol, no lo puedo hacer. Y me fastidia.
¿Desde cuándo es así?
De chiquitito reclamaba mucho más que ahora.
¿Alguna vez se le fue la mano reclamando?
Una vez casi me voy a los puños con un rival y nos dijimos de todo. Ahora no reacciono de ese modo porque hay cámaras por todos los lados.
¿Qué se necesita para tener a la hinchada contenta?
Rendir todos los fines de semana y si es con goles mejor. Pero a veces no se puede hacer nada.
¿Qué le dicen los hinchas?
Mira, la gente que apoya de corazón siempre va a estar. Pero también están los que critican y a esos no les paro bola.
¿Qué le piden?
La estrella quince y que haga goles. Pero también me critican cuando no los hago.
El estadio evidencia el cariño que siente por usted...
Un futbolista tiene que estar muy feliz y agradecido por tanto aprecio de la gente que va cada semana al estadio. Es algo único.
De a poco uno se gana el cariño de la hinchada.
¿Desde cuándo luce ese ‘look’?
Desde que soy jugador profesional. Un amigo en Danubio me dijo que me lo hiciera, que me iba a quedar bien. Le hice caso.
¿Cómo reaccionaron sus padres?
No tengo papá y, al principio, a mi madre no le agradaba. Pero después me dijo que hasta más bonito se me veía (risas). El cariño de una madre es único.
Cuando le aseguró que no le gustaba, ¿qué pensaba internamente?
Que me lo seguiría haciendo (risas) porque estaba grande. Le dije a mi mami que ahora no me podía retar y ella, enseguida, me contestó que hiciera lo que quisiera.
¿Cada qué tiempo se retoca el peinado?
Cada quince días. La idea es estar bien. En Guayaquil hay buenos peluqueros.
Los pequeños le dicen a sus padres que quieren lucir su ‘look’...
A mí también me pasaba eso. Cuando era chiquillo, quería hacerme el peinado de los jugadores. Los chicos se reflejan en lo que uno hace.
Al jugar ante Liga de Quito, su exequipo, ¿cree que irá más gente al Monumental?
Ojalá, Barcelona para mí es un elenco único que lleva muchos seguidores, eso está escrito en el país. Jugar con toda la afición es motivador.
Siempre se escucha que cuando se anota un gol al exequipo, no se celebra. ¿Pasará lo mismo con Álvez?
Si hago un gol a mi exequipo, por respeto, alzaré la mano para pedir disculpas. Pero después a celebrar. Obviamente, quiero que gane mi escuadra, si tengo que gritar el gol lo haré porque es el elenco que defiendo. Ahora Liga es pasado, mi trabajo es hacer goles y esperar que el estadio reviente. Quiero ganar el partido.
¿Qué opina su mamá de la locura que ha desatado en Barcelona?
Mi madre se llama Yulamay Álvez y está contenta. La voy a traer para que vea lo que es la fiesta del Ídolo. Se le pone la piel de gallina solo de verme por la televisión. En Liga vio a mucha fanaticada, pero ahora con Barcelona dice que es todo diferente porque este equipo arrastra más gente y, por eso, me pide que disfrute al máximo.
¿Y ella tiene la camiseta amarilla?
Sí, ya se la mandé.
Uno de sus tatuajes dice: “De niño soñé que esto mantendría a mi familia”. Se hizo realidad...
Tiene el nombre de mi abuelo Julio y soñaba siempre con esto. Veía a los jugadores profesionales y tenía ese objetivo. Gracias a Dios se hizo realidad.