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“Pensé que era el fin del mundo”
Jerson Ruiz, Guayaquil
“Tranquilidad, por favor”. Estas fueron las últimas palabras que pronunció en el aire el narrador deportivo de radio Scándalo, Pedro Aníbal Fernández, segundos antes de que se fuera la luz por el terremoto del pasado sábado. Allí estaba, preparado para narrar de nuevo en la que ha sido su casa muchos años.
El estadio Reales Tamarindos esperaba el partido ente Liga de Portoviejo y el debutante Colón FC de la serie B, con 1.100 personas en el graderío cuando todo comenzó a temblar.
Fernández es un enamorado de transmitir desde el palco del estadio, pero esa tarde ese escenario se iba a convertir en un lugar de terror. Ya había sufrido temblores en otras lugares, pero lo que estaba por vivir no tiene comparación con ningún otro. Entre lágrimas, el narrador relata a EXTRA sus peores vivencias y da gracias a Dios por estar con vida.
El alto del estadio, donde se encontraba, se convirtió en un lugar de enorme impacto porque desde allí tenía una vista de lo que sucedía en el exterior. “Fue algo de no creer, comenzó como un temblor, pero al pasar los segundos entramos en pánico. Me levanté y desde el palco veía cómo las casas y edificios se caían, no lo podía creer. El cielo se puso más oscuro, no había luz y se escuchaba como si lanzasen bombas. No lo podía creer, escuchaba cómo caían las casas”, expresa Fernández.
TODOS LLORABAN
Sin tiempo para nada más, el famoso narrador mundialista manabita abrazó a su hijo, Pedro Aníbal, de solo 13 años y que esa misma tarde había jugado por Liga de Portoviejo ante Fuerza Amarilla. “Pensé que era el fin del mundo, no lo podía creer”, apuntaba.
La gente corría, salía del estadio entre gritos de pánico, mientras otros se refugiaban del temblor en el césped.
A diferencia de Guayaquil, en las zonas más afectadas los peores momentos no cesaron tras los segundos que duró el sismo. Según cuenta Fernández, minutos después aún “se escuchaba cómo se venían las paredes abajo”. Da gracias a Dios porque “los nervios los pude controlar, creo que si no hubiese estado en el estadio cualquier cosa me habría ocurrido”.
Cuando todo quedó más tranquilo, salieron del estadio y puso rumbo a su casa. Tuvo que esquivar las casas caídas y la gente que deambulaba y corría por las calles, aunque lo que más le llamó la atención fue ver cómo el edificio de la Mutualista Pichincha había sido afectado. “Gracias a Dios, mis hijos y mi esposa están bien, pero el dolor de los manabitas es tremendo. Una cosa es contarles, otra es poder vivirlo”, manifiesta consternado Fernández.
Duerme en el patio
El periodista deportivo está pasando por momentos de tensión. Es cierto que su casa se quedó en pie, pero aún así, como la mayoría de residentes en Portoviejo, duerme en el patio de su edificio. “Estamos nerviosos, cada día salen más víctimas... No tenemos ni idea de cuándo pasará esto y el temor de vivir algo parecido está muy presente. Solo le pedimos a Dios que nos cuide siempre”, expresa entre lágrimas el manabita.