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Tamara Angulo, de la Trinitaria al River Plate

Gracias al fútbol logró conseguir becas de estudios. Ha estado en todas las categorías de la selección de Ecuador. Ahora es parte del equipo Millonario.

Tamara Angulo, de la Trinitaria al River Plate
Tamara Angulo, de la Trinitaria al River PlateCortesía

Jugaba en medio de las polvorientas calles y paredes cuarteadas de las casas de la isla Trinitaria, al sur de Guayaquil. Sus primeros compañeros y rivales eran varones, algunos incluso mayores que ella. Ahí, sin miedo, corría tras un balón una menudita ‘pelada’ de nombre Tamara Angulo, que sin pensarlo comenzaba a gambetear su destino.

Las palizas que se ganaba por andar de ‘machona’ peloteando con hombres las recuerda como un enderezar del camino. Podía jugar, sí, pero con amigas. Sin embargo, ella sentía que no era igual, que tenía cierta ventaja sobre sus compañeras y por eso ‘armaba su cinco’ con los varones. Así se forjó.

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Ya cuando le tocó jugar en la ‘cancha’ de asfalto, donde las piedras hacían de arco, les mostraba a los chicos que era ‘harta pelota’. Los ‘galleteaba’, chocaba con ellos y si había que ‘meter la pata’ también lo hacía.

Para ese entonces ya soñaba con ser jugadora de fútbol. Al final, Tamara le ganó al peligro de jugar en la calle y hoy, a sus 24 años, es la primera ecuatoriana que refuerza al equipo femenino de River Plate de Argentina. Suena así de fácil, pero el camino ha sido jodido. Támara sonríe al verse donde está ahora.

TODO COMENZÓ con una beca

Su formador fue el profesor Carlos Barcos Carriel, quien le ayudó a obtener una beca para estudiar en la escuela América Unida y en el colegio Liceo Gran Colombiano, en el sur porteño. Pasaba entre la cancha y los estudios.

Luego tuvo entrenadores que la ayudaron a crecer en el ámbito profesional y personal, como Wendy Villón, actual DT de Barcelona, y la profesora Vannesa Arauz, entrenadora de la Universidad de Chile.

EXTRA conversó con Tamara vía telefónica desde Buenos Aires, Argentina, donde reside y desarrolla su carrera profesional.

¿Qué pasó el día que te dijeron que te ibas a Argentina?

¡No lo podía creer, ya que River Plate es un club grande! Lo que sentí fue una mezcla de emociones, felicidad, ilusión, motivación al saber que iba a jugar fuera de mi país. El deseo de salir de mi zona de confort y aprender para luego desenvolverme se estaba cumpliendo. Por otro lado, también tuve miedo por ser mi primera experiencia internacional y alejarme más de mi familia, ya que los últimos 4 años no pasé mucho tiempo con ellos, pues estaba jugando en Quito, en Dragonas de Independiente de Valle.

Fue una dura decisión al ver las expresiones en el rostro de mamá, quien se sentía orgullosa de mí y al mismo tiempo tenía tristeza y miedo al saber que me iba lejos, pero entendió que es mi profesión y estoy logrando algo que siempre quise.

¿Cómo ha sido el trato en River?

Excelente. Estoy muy agradecida con mis compañeras, cuerpo técnico; con Gabito, nuestra presidenta y con todo River Plate por hacerme sentir en casa, y por toda la ayuda y comprensión que me siguen brindando.

Estás en los ojos de Ecuador y Argentina, ¿ahora qué se viene?

Se viene disfrutar con responsabilidad, trabajar un día a la vez, dejar el nombre de Ecuador en alto y seguir abriendo muchas puertas para el fútbol femenino ecuatoriano en Argentina, ya que hay mucho talento por explotar en mi país.

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¿Te la creías cuando te dijeron: “Vas a River”?

Mi representante, Daniel Beatove, me dio la gran noticia por llamada y era algo de no creer, no me la creí hasta que llegué a pisar el club.

¿Recuerdas cuando jugabas en la isla Trinitaria de Guayaquil y con los varones?

Obvio que sí. Esos son los recuerdos más bonitos que tengo en mi memoria. Jugaba con mis hermanos y amigos al índor, y golpeábamos la pared de la casa de mis vecinos, los Padilla, ya que ese era el arco (risas), le dibujábamos un arco en la pared y jugábamos “mete gol tapa”, pero tirábamos aserrín cerca de la pared para que el arquero se tirara con confianza a tapar esos remates. El juego familiar era el torito o el loquito, ese lo jugaba con mis hermanos en un pedazo de piso de cemento que había en el barrio y mamá también jugó un par de ocasiones con nosotros. Son los mejores recuerdos que tengo de mi sector, la cooperativa Nueva Ciudad, en la isla Trinitaria.

¿Qué te decían en casa cuando te veían jugando con los varones en la calle?

Cuando mamá se descuidaba o se iba a trabajar, me salía de casa para ir a jugar pelota; muchas veces me dejaban jugar, pero cuando no había hecho los quehaceres de la casa, como lavar los platos, arreglar la casa, se ponía molesta.

Te confieso algo: mi mamá me hacía pasar vergüenza, ya que era la única mujer rodeada de hombres y en varias ocasiones me cayó a palo, pero valió la pena. En casa siempre me dejaron jugar fútbol.

¿Jugar con los varones era como perder el miedo más rápido?

Era más divertido que jugar con mujeres en ese entonces; con los varones sentía que jugaba a la par y muchos de ellos se sentían humillados cuando me los llevaba o les hacía alguna galleta (túnel), ya que por el hecho de ser mujer supuestamente no era normal hacerle eso a un hombre. También sentía la comodidad de ir a chocar o meter duro la pierna, cosa que con una mujer me limitaba.

¿Qué dejaste a un lado para llegar a ser jugadora?

El tiempo en familia, fechas importantes me perdí muchísimas, varios cumpleaños de mamá. Dejé el índor también, porque con el tiempo me lo prohibieron. Dejé a mis amigos del barrio, porque casi no los veía... dejé muchas cosas atrás.

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Hay metas, ya has estado en selección, ¿qué busca ahora Támara?

Siempre hay metas para seguir progresando, pero la principal es entregar mi vida a Cristo, ya que solo con Él hay salvación y vida eterna. He estado en selección sub-17, sub-20 y absoluta. Busco volver a vestir los colores de la Tri, dar lo mejor de mí, día tras día, y seguir aprendiendo, porque uno nunca deja de aprender.

¿Y cómo te cuidas, además del gimnasio y entrenamiento?

Descansando, duermo mucho cada vez que puedo y en la alimentación no soy tan responsable porque soy bien amante al arroz, al pan, al verde, pero me salvo porque todos los días como en el club y nos dan alimentación de deportistas (risas). Me hidrato bastante también.

¿Ecuatorianos que te has encontrado en Argentina qué te dicen?

Una compañera del club me presentó a una familia ecuatoriana de Babahoyo que vive aquí, los Bolaños. Junto a Andrea, una amiga y vecina que vive en su conjunto, me hicieron sentir en casa al hablar muchos temas y muchas jergas ecuatorianas, me invitaron un asado que estuvo riquísimo y, obviamente, no podía faltar, una de las hermanas Bolaños hizo arroz y mi corazón sonrió.

Tengo un pedacito de Ecuador aquí en Argentina con las chicas y van a apoyarme en los partidos que tengo con River Plate.

Por cierto, ¿cómo haces con el arroz, en Argentina poco lo comen?

Compré mi propio arroz para hacer en casa. En el club lo como en ocasiones, pero lo hacen diferente, aquí me dicen que si se te pega el arroz está mal hecho, pero allá en Ecuador lo más rico es el cocolón, pues. Y un calentado al día siguiente, ¡uf!, una delicia.

¿Con quién vives?

Vivo con compañeras en una pensión que paga el club.

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¿A lo lejos qué te dice la familia?

Me motivan a seguir, me transmiten alegría, me ponen al día con los chismes para no perderme de nada y me apoyan siempre.

Ya eres un ejemplo para muchas chicas que sueñan siendo jugadoras de fútbol.

Al igual que yo, hoy en día ya hay ecuatorianas jugando internacionalmente y varias de ellas en Europa, así que ellas son motivación también para mí y nos siguen abriendo puertas a nosotras, ya que dejan el nombre del país muy bien representado. En Ecuador hay muchísimo talento y muchas jugadoras con ganas de comerse el mundo, solo hay que seguir creyendo y trabajando.