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Ecuador

Colada morada y guaguas de pan: del duelo a la memoria viva de los Andes
Lo que nació como un alimento ritual se volvió un símbolo de gratitud y recuerdo. Las guaguas, por ejemplo, representan personas amortajadas
Antes de convertirse en una bebida dulce y festiva como la conocemos hoy, la colada morada fue un alimento ritual.
Juan Carlos Rojas, investigador e historiador, explica que esta preparación tuvo orígenes en el champús, una bebida hecha con maíz amarillo o mote.
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Era amarga y se consideraba “la primera bebida del dolor, de la pérdida o la despedida”. Con el tiempo, la incorporación de la panela cambió su sentido: “Dejó de ser amarga y se volvió una bebida dulce, más cercana a la memoria que al duelo”, añade Rojas.
La investigadora Rina Artieda precisa que la base original era el maíz negro, por su carga simbólica: “No tiene nada que ver con la sangre, sino con la fuerza vital. Era un alimento para la sangre, un almacén de vida”.
El mes de las almas
En la cosmovisión andina, noviembre era el Aya Markai Killa, el mes o luna de marcar a las almas. Según Artieda, en este tiempo “las familias sacaban a las momias de sus pucullos —cámaras funerarias cerca de las viviendas— y las llevaban en andas por los lugares donde habían vivido”.
No era un acto de temor, sino de gratitud. “El muerto se convertía en un espíritu protector, un Aya que cuidaba a los suyos. Por eso los tenían cerca”, explica.

Con la llegada de los colonizadores, la práctica fue vista como una abominación. “Les obligaron a quemar a sus muertos. Imagínate el dolor cultural que eso representó: destruir al espíritu protector fue un golpe anímico enorme”, comenta Artieda.
Sin embargo, la tradición no desapareció, sino que se transformó para sobrevivir.
Cuerpos que se transformaron en pan
De esa transformación nacieron las guaguas de pan, que simbolizan a los familiares fallecidos. “Las guaguas tienen un simbolismo muy interesante”, dice Rojas.
“El pan no era un alimento indígena, sino parte del desayuno español. Pero al llegar, los pueblos lo adoptaron como forma de representar físicamente a los difuntos. Por eso las guaguas están con las manos sobre el pecho, como amortajadas”.
El investigador añade que, con el tiempo, se incorporaron también figuras de caballos, coronas o animales, que evocaban los deseos o elementos de la vida del fallecido.
“Era una manera de que el espíritu siguiera presente, pero a través del pan”.
Rina Artieda complementa. “La guagua de pan es una momia. Si la acuestas, ves claramente el cuerpo amortajado. Es el mismo símbolo que se elaboraba con harina de maíz y luego de trigo para seguir tributando a los muertos”.
De lo sagrado a lo festivo
Durante el siglo XX, las guaguas de pan empezaron a llenarse de color, de dulce y de formas alegres. Lo que antes fue un símbolo mortuorio se transformó en un acto de memoria y celebración.
“Cada sorbo y cada bocado son una ofrenda”, resume Artieda. “Aunque cambien los hornos o los ingredientes, el sentido profundo sigue siendo el mismo: recordar, agradecer y mantener viva la conexión con quienes nos precedieron”.
Así, la colada morada y las guaguas de pan no son solo un postre de temporada: son la memoria viva de una cultura que resistió a la conquista y que, cada noviembre, se reencuentra con sus muertos a través del alimento.
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