La vida de los grandes capos del narcotráfico en Ecuador combina la violencia con una ostentación que los hace visibles en los territorios que dominan. Mansiones con búnkeres, caballos de paso, joyas de oro, relojes de lujo y fiestas privadas son parte del repertorio que utilizan para exhibir el poder que han conseguido a sangre y fuego. 

Expertos en seguridad, como Nelson Yépez y Kléber Carrión, coinciden en que estas excentricidades no son simples caprichos, sino expresiones con raíces psicológicas y sociológicas.

Visibles e invisibles del narcotráfico en Ecuador

Yépez explica que en el mundo criminal existen dos categorías de líderes: los invisibles y los visibles. Los primeros se caracterizan por manejar grandes fortunas sin llamar la atención. Prefieren lavar dinero e invertirlo en propiedades o empresas, y de esa manera pasan desapercibidos. 

En contraste, los visibles transforman sus ganancias en símbolos de poder, como joyas, autos de lujo o caballos. Esta exhibición se convierte en una forma de marcar jerarquía frente a sus propios hombres y de enviar un mensaje a la comunidad.

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En este grupo se ubican figuras como Junior Roldán, conocido por sus cadenas y pulseras de oro, o alias Doble A, a quien se le descubrió una caballeriza de caballos de paso en Milagro. De acuerdo con Yépez, este tipo de demostración tiene que ver con frustraciones acumuladas durante la infancia y adolescencia, cuando las limitaciones económicas eran la norma. Una vez que logran acumular fortunas ilícitas, buscan compensar esas carencias con demostraciones visibles de éxito.

Los casos más conocidos en Ecuador

El líder de Los Choneros, José Adolfo Macías, alias Fito, vivía rodeado de lujos en una mansión con búnker en Manta, donde fue recapturado en junio de 2025. La vivienda tenía un sistema avanzado de seguridad, además de armas, joyas y dinero encaletado. Otro ejemplo es Leandro Norero, cuyo nombre fue la base del denominado caso Metástasis: en 2022, en su residencia de Samborondón, se hallaron millones de dólares en efectivo, lingotes de oro y relojería de alta gama.

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Estos patrones reflejan lo que Carrión describe como un fenómeno sociológico. Según él, los capos provienen de contextos de pobreza y, al acceder de forma abrupta a grandes cantidades de dinero ilícito, sienten la necesidad de derrocharlo. No se trata de invertir en educación o proyectos sostenibles, sino de una demostración de poder que intenta superar las frustraciones de sus orígenes.

Violencia y admiración social a capos criminales

Carrión agrega que el liderazgo criminal no está basado en la capacidad intelectual, sino en la violencia ejercida. Los más sanguinarios son quienes ascienden, y luego buscan consolidar ese lugar a través del lujo. A la par, construyen cierta aceptación social al repartir dádivas en sus barrios, lo que reduce la probabilidad de ser denunciados. Sin embargo, la ostentación también genera riesgos: fiestas privadas con disparos al aire y exhibiciones constantes llaman la atención de las autoridades y de posibles rivales.

Ambos expertos subrayan que estas excentricidades no solo son muestras de riqueza individual, sino que alimentan un esquema social en el que los jóvenes ven en los capos un modelo a seguir. El dinero fácil, adornado con mansiones y joyas, resulta atractivo en contextos donde el Estado no logra ofrecer alternativas reales. Los expertos coinciden en que así, la ostentación criminal se convierte en un lenguaje de poder y en un factor de influencia sobre comunidades enteras.

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