La ola de violencia continúa desatando dolor y miedo en Manta. La noche del jueves 2 de octubre, un hombre fue asesinado en la parroquia Los Esteros, barrio El Paraíso, en la calle 118 y avenida 106, junto a un templo religioso. Este se convirtió en el sexto crimen de una jornada sumamente sangrienta. 

La víctima fue identificada como Gabriel Marcelo Moreira Delgado, de 34 años. Testigos narraron que caminaba por el sector cuando sujetos armados lo sorprendieron y le descargaron más de 10 disparos, quedando sin vida de manera inmediata. Los vecinos aseguraron haber escuchado una ráfaga de detonaciones en cuestión de segundos, lo que causó terror en el sector.

En el barrio El Paraíso, la violencia no es un episodio aislado. Hace pocas semanas, un velorio terminó en tragedia cuando sicarios irrumpieron en medio del sepelio y asesinaron a un tío y a su sobrino frente a familiares y vecinos que se habían reunido para despedir a un ser querido. Aquella escena de dolor se convirtió en un caos marcado por gritos, llantos y la desesperación de quienes corrían para salvar sus vidas. Desde entonces, la comunidad vive entre el luto y el miedo, con la herida abierta de un crimen que dejó marcada la memoria colectiva del sector, que ahora vuelve a estremecerse con una nueva muerte violenta.

Un jueves de extrema violencia 

El jueves, 2 de octubre, Manta cerró la jornada con cuatro ataques armados en distintos barrios que dejaron un saldo de seis muertos y tres heridos. Dos personas fueron asesinadas en La Fabela, otras dos en Amazonas, una en 8 de Enero y, finalmente, la última víctima en El Paraíso. Con este último hecho, el distrito acumula 399 muertes violentas en lo que va del 2025.

Según Jaime Salgado, subjefe del distrito Manta, la lucha por el microtráfico ha desencadenado las últimas muertes violentas en varios sectores de la ciudad. “Estamos tras la pista de quienes están causando estos hechos para ponerlos tras las rejas donde se merecen estar”, enfatizó el oficial.

La Policía continúa con los operativos para dar con los responsables, mientras la comunidad vive con el temor de que las balas se crucen en cualquier momento del día o de la noche.

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