Exclusivo
Ecuador

Paro nacional Ecuador: Imbabura sitiada y convertida en un pueblo fantasma
Bloqueos en la E35, locales cerrados y pueblos paralizados marcan la protesta en las principales ciudades de la provincia. Negocios trabajan a medias
La provincia de Imbabura está sitiada. Los cantones Otavalo, Cotacachi y Antonio Ante, conocidos por su turismo y gastronomía, desde el lunes parecen pueblos fantasmas. Las puertas metálicas de los negocios están a medio bajar o cerradas del todo.
(Te puede interesar: Paro en Ecuador: gritos, lágrimas y... ¿rechazo a Noboa en el epicentro de protestas?)
En Otavalo, la tradicional Plaza de los Ponchos no luce sus tejidos. El mercado, que solía atraer a miles de turistas, permanece vacío. “Debemos estar pendientes de cualquier movimiento en la calle”, dice Lucía (nombre protegido), dueña de un restaurante costeño.
Su local funciona a medias, con ventanales tapados con papel para que desde afuera no se note que hay actividad dentro. “Nos reclaman que no participamos en el paro. Se entran a los locales y saquean”, expresa con temor.
Los bloqueos en la E35, carretera que cruza el país de sur a norte, impiden el paso. Quien intente entrar o salir de Imbabura necesita suerte, pues las vías alternas también están cerradas con árboles derribados, hogueras y montículos de tierra.
“Ya se nos están acabando los productos”, admite Lucía. Sus platos dependen de insumos de la Costa como verde, yuca y mariscos, que no llegan desde hace días.
La vigilia
Cientos de comuneros se mantienen en los cierres, armados con palos con puntas de clavo y escudos improvisados hechos de señales de tránsito y antenas de televisión. “El lunes les reprimieron fuerte. Entonces la gente se enoja más y reacciona”, comenta Luis, tendero de Peguche.
Entre Cotacachi y Otavalo hay más de 13 kilómetros de distancia. La mayoría hace ese recorrido a pie, pues ni las motos pueden circular. Algunos motorizados intentaron ‘cachuelear’ ofreciendo carreras a los transeúntes por un dólar, pero fueron increpados. “Les dijeron que se estaban aprovechando del paro. No les dejaron”, relata Luis.
De noche en la carretera
Cuando cae la noche, la tensión se atenúa un poco. Los manifestantes regresan a sus comunidades para descansar, pero las vías quedan cerradas. Barricadas de troncos y tierra impiden cualquier cruce, salvo con maquinaria pesada.

Sin embargo, un hombre en moto se da las vueltas por la E35. Detiene a caminantes nocturnos para preguntar: “¿Ha visto a un chico y a un señor mayor caminando por aquí?”.
Le cuenta a EXTRA que un familiar le pidió ayudar a un padre y su hijo. “Han venido caminando desde Quito. Yo les estoy buscando para llevarlos. No les voy a cobrar”, explica mientras avanza con paciencia por la vía oscura.
En medio del bloqueo, la bicicleta se convirtió en el transporte más confiable. Son las 22:00. Dos muchachos pedalean entre risas mientras cargan en sus espaldas tanques de gas envueltos en chales indígenas. El equilibrio les cuesta, pero no hay otra opción: los camiones no llegan y el gas escasea.
“Nos tocó improvisar”, indica José, quien junto a su hermano recorrió 4,6 kilómetros desde Ilumán hasta Peguche para pedir combustible a familiares. “Siempre andamos en bici, así que estamos acostumbrados”, agrega.

“No hemos salido al paro, pero tampoco estamos en contra. Deben llegar a acuerdos”, dice el otro hermano, resumiendo el sentir de muchos en esta provincia sitiada, donde el silencio de las plazas y los bloqueos en las carreteras se han convertido en la imagen cotidiana durante el paro nacional.
¿Salir? solo con la fuerza pública
Un equipo de este Diario quedó atrapado en Cotacachi y luego en Otavalo. La organización comunitaria ha sido planificada con detalle: cada paso vehicular (incluso los de segundo o tercer orden) fue cerrado.
El paro se trasladó también a pequeñas localidades como Quiroga o a los alrededores de la laguna de Cuicocha, por donde usualmente se toman atajos hacia Pichincha.
Los convoyes policiales y militares que acompañaron al presidente Daniel Noboa, el miércoles 24 de septiembre, tuvieron que esperar hasta la medianoche para cruzar.
Una pala mecánica y cientos de uniformados encabezaron la caravana, moviendo árboles gigantes de la calzada, apagando hogueras y retirando montañas de escombros. Cada cierre fue un desafío: solo hasta llegar a la Y del Cajas hubo unos ocho bloqueos.
Aunque no hubo enfrentamientos con los pocos comuneros que permanecieron en vigilia, el trayecto, que normalmente toma una hora y media, se extendió hasta las seis horas y media.

Cada tramo está lleno de incertidumbre. “No se despegue de los otros. Si se queda, no nos responsabilizamos”, advierten los uniformados a los civiles.
Algunos camiones aprovecharon la apertura temporal para avanzar hacia la capital. Sin embargo, minutos después los manifestantes retomaron la E35, sin ninguna intención de dar su brazo a torcer.
¿Quieres acceder a todo el contenido de calidad sin límites? ¡Suscríbete aquí!