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“Diosito, estoy contenta con mi silla”

Germania Salazar, Guayaquil
“Gracias, mi Diosito, por acordarte de mí, por este lindo regalo que me has enviado”, comentaba emocionada  María Colombia Bustos Garcés, una mujer de 107 años que, junto a su nieto, vive sumida en la pobreza en la cooperativa Juan Montalvo, norte de Guayaquil.  
María  ha perdido parte de la audición, la visión y el movimiento de sus piernas. Acostada en su lecho, en una cama de dos plazas que hace unos años  le donó la misión Manuela Espejo, se lamentaba de que por el camino perdió a cinco de sus seis hijos. El único sobreviviente es su vástago Nicolás Franco, quien tiene 73 años, vive en Durán y está enfermo.
A la mujer, en la actualidad, la cuida su nieto José Nazareno, a quien crió como un hijo. “Es mi compañerito de penas”, resaltó la abuelita, de cabellos plateados y ojos tristes, que hace doce años enviudó de su segundo compromiso.
Aunque nació en el cantón Limones, de Esmeraldas, emigró de joven al Puerto Principal en busca de mejores días.  En la urbe consiguió una casa y se convirtió en una de las fundadoras de Juan Montalvo.
Uno de sus vecinos, Luis Salcedo Veintimilla, conoce el drama que viven la abuelita y su nieto a causa de su precaria situación económica.
“Ella fue una mujer de trabajo, se ganaba el dinero rozando montes o vendiendo comida preparada. Pero ahora está postrada en una cama, no puede caminar. Le hace falta una silla de ruedas”, indicó preocupado el hombre en una primera visita de EXTRA al lugar.
José Nazareno se siente muy agradecido a su abuela por cómo lo ha cuidado. De ahí que prometiera acompañarla hasta que deje este mundo.   
Ambos viven en una vetusta casa con el piso de tierra, un techo lleno de huecos y sostenido por palos apolillados... Una fuerte tormenta incluso podría hacer que se desplomara. No hay enseres, sillas, ni muebles, tan solo cajas con ropa. Por las mañanas, algunos pájaros que suelen posarse en los árboles hacen las veces de despertador.
 
UN TRABAJO
La abuelita no puede pararse ni caminar. Según explicó su nieto, el motivo es que en sus glúteos tiene unas “bolas  de carne”  que le causan intensos dolores. Para José, que anhela encontrar un trabajo estable porque hay días en que no prueban bocado, es muy difícil llevarla a un hospital o centro de salud. A veces  no posee dinero ni para el taxi. Por eso insistió en conseguir una silla de ruedas que le permita movilizar a su querida madre adoptiva.
Nazareno, esporádicamente, se gana la vida como pintor y gasfitero. “En este momento debo la luz y el agua. Por eso  ya mismo cortan estos servicios”, resaltó preocupado.
Además, cuando el nieto tiene la fortuna de encontrar un empleo debe dejar sola a su abuelita, quien al menos recibe ayuda de algunos vecinos. Por eso al hombre le gustaría que su allegada recibiera un bono para poder comprarle sus medicamentos.
 
LECTOR DONÓ SILLA
Óscar Vélez, profesor y asiduo lector de EXTRA, quiso colaborar con María al conocer su dramática historia. Y  no dudó en donarle una silla de ruedas. La abuelita pronto pidió que la sentaran en ella: “Gracias a Diario EXTRA y al señor Vélez por ser parte de este milagro. Ahora podré salir a dar una vueltita por el barrio como años atrás lo hice con mis vecinos”.
“Es muy lamentable que abuela y nieto vivan de forma tan inhumana. Me siento satisfecho de haber aportado un granito de arena a través del diario más leído en el país.  Siempre que pueda  dejaré de comer  para ayudar a los que verdaderamente lo necesitan”, concluyó Vélez, al tiempo que apeló a la solidaridad de otras personas para mejorar las condiciones de la vivienda.