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Bella Unamuno besa suavemente las manos de su esposo, quien pintó centenares de obras por cuatro décadas.Mariuxi Cáceres

¡La galería urbana que se pinta con los colores del amor!

Aunque el pintor Édgar Chalco sufre graves problemas de salud, su esposa expone sus obras todos los días cerca del Capwell.

Desde hace 40 años, Bella Unamuno vive en un mundo de colores, inspirado en el amor que un hombre pintó para siempre en su corazón.

Al amanecer, con absoluta devoción, se inclina y besa las manos de su esposo, el pintor cuencano Édgar Chalco Calle. El artista abre los ojos ante el cálido gesto de su amada. Aunque permanece postrado en cama le susurra algo al oído y esboza una sonrisa. Entonces empieza el día para esta mujer, quien cada mañana convierte la fachada de su casa, ubicada en Villavicencio y Febres Cordero, cerca del estadio Capwell de Guayaquil, en una galería urbana.

Esta labor, revela Bella, ha sido incansable desde el año 2000, en que se le ocurrió hacerlo para dar más vida al barrio y así poder exhibir y vender las obras de arte de su esposo y sus amigos. Chalco, debido a sus graves problemas de salud, dejó de crear. El maestro ‘colgó’ su paleta y sus pinceles para siempre.

Hoy, en lo que fue su taller, solo quedan centenares de obras que esperan turno para ser expuestas al público. La mujer recuerda que Chalco, a inicios de los noventa, era considerado como uno de los cien grandes maestros de la pintura ecuatoriana.

Alfonso Uzhca, presidente de la Asociación Cultural Las Peñas, indica que Chalco, además, es socio honorario del colectivo. Lo recuerda desde la década de los 70 como un artista con un estilo único, en relieve o sobre la tela.

“Fue un maestro impresionista muy importante en los años 70, 80 y 90. Sus obras fueron expuestas en bancos, museos y galerías nacionales e internacionales. Fue temperamental en sus trazos, pero noble con sus mensajes y amigos”, destaca Uzhca.

Junto a las obras de Chalco que Bella Unamuno expone en la fachada de su vivienda están también las de quienes siguen a los más grandes maestros, como Gonzalo Endara y Guayasamín.

Vecinos como Manuela Riera, que pasa a diario frente de la casa de Chalco, dice que este sitio es como una ventana cultural que da a la calle, donde se hace visible el talento de los pintores del Ecuador.

Asaltada por las pinturas

Bella divide su tiempo entre el cuidado diario a su esposo y la atención de la galería urbana, donde incluso ha sido víctima de la delincuencia.

“Un día llegó un señor vestido formalmente y se identificó como un doctor que laboraba en una clínica cercana. Al pedir que le mostrara más obras de Chalco, me apuntó con una pistola, para con insultos y empellones exigirme que abriera rápido las puertas del taller”, relata.

La mujer solo pudo observar cómo tres sujetos más, que desembarcaron de un carro, se llevaban algunos cuadros de Chalco y sus amigos. Recuerda que sintió impotencia y un gran dolor al ver cómo parte del esfuerzo de su esposo se iba en manos de delincuentes. Después de este amargo momento, varios vecinos se acercaron para calmarla.

Desde aquel día, Bella tiene más cuidado al conversar con algún interesado en las pinturas. Busca evitar cualquier situación de riesgo, debido a que no quiere ser maltratada ni pasar sustos que comprometan su delicado estado de salud. Afirma la sexagenaria que, hace poco tiempo, logró pasar una enfermedad catastrófica.

Ahora solo anhela vivir de la posible venta diaria de los cuadros de su esposo o de sus amistades.

Al caer la tarde, Bella recoge los cuadros, y la fachada de su casa recupera su tono grisáceo habitual. Entonces se sienta con su esposo y le cuenta cómo le fue en su jornada laboral. El artista comparte feliz el momento y vuelve a sonreír.

Con ese breve diálogo termina el día para esta pareja. Mañana, con la llegada de un nuevo amanecer, ella volverá a pintar la fachada de su casa con los colores del amor que ambos se profesan.