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La ventana
Por Ángel Amador Mirar... cómo esta pequeña acción puede traer serios problemas y también grandes experiencias. Hoy les voy a contar la historia de Sergio y cómo el solo hecho de andar de ‘mirón’ lo llevó a uno de sus mejores encuentros en la cama, o por lo menos así lo califica él. El joven de 18 años era de esos calladitos, pero bien entrador cuando una muchacha lo atraía. Cuando no estaba en la universidad, pasaba en su dormitorio leyendo o viendo televisión. Uno de esos días la lectura lo enganchó al punto de olvidar que no había merendado, pero no tanto para ignorar los leves gemidos que escuchaba a lo lejos. “¡Sí, sigue!”. “¡No pares!”. “¡Eso... así!”. Era una voz delicada... la de una mujer, distinguió Sergio. Se levantó de su cama y abrió las cortinas de la ventana que da hacia la casa de al lado. Lo que vio lo impulsó a cerrarlas rápidamente, pero no del todo. Entre una cortina y la otra vio a sus vecinos en la cama. Pensó: “¿Por qué dejaron las cortinas abiertas?”. Estaba por responderse a sí mismo, cuando ella, Lorena, desvió su vista hacia la casa de Sergio y ambas miradas se encontraron. Una pausa incómoda antecedió a un rápido movimiento para ocultarse. Al día siguiente, Laura y Sergio coincidieron cuando ambos salían de sus casas. Ella estaba rociando el jardín.