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“¡Lárguense de mi casa!”

Germania Salazar, Guayaquil
“¡Lárguense de mi casa! No los quiero ver aquí. Este lugar me pertenece”, exclama uno de los espíritus a través de la médium.
La intermediaria entre el mundo espiritual y terrenal se encuentra en el hogar de Apolonia Cevallos y su hija, una familia que reside en La Prosperina, de Guayaquil, donde se han producido fenómenos extraños desde hace unas dos décadas. La existencia de huesos humanos en el inmueble, debido a la vinculación de algunos parientes con las ciencias médicas, es uno de los factores que pudo propiciar la aparición de los entes.
Hoy, la vivienda, de tres pisos, huele a alcohol y alcanfor, sustancias que Jorge Konstantine, vidente, vierte en el edificio para alejar las energías negativas u oscuras. “Así purificamos la casa”, explica.
Con la ayuda de un cuarzo en forma de péndulo, Konstatine contacta con los seres desencarnados, a quienes formula varias preguntas. Cada vez que los entes responden, el aparato se mueve. Y cuando lo hace de manera circular es porque hay varios espíritus alrededor.
Una voz misteriosa interrumpe la ceremonia. Es la médium Baby Hidalgo, que ha entrado en trance. La mujer permanece sentada y con los ojos cerrados, mientras el ente habla a través de ella. El silencio y la tensión invaden la sala.
Su voz parece de ultratumba, procedente de un ser lleno de dolor y odio. El espíritu pide a todos los presentes que abandonen la morada. Ramón Pisco, quien acompaña a la médium, explica al desencarnado que no pertenece a este mundo, que debe avanzar al lugar que le corresponde. Pero él se niega. “Este es mi sitio”, insiste el ente.
El vidente se coloca en diagonal a la médium, que de repente decide terminar la conversación con el espíritu y vuelve en sí. Entonces realiza una oración al Creador y a los ángeles celestiales, a la vez que solicita un poco de alcohol para mojarse las manos. “Pude ver cómo el espíritu daba vueltas alrededor de la casa, hasta que entró por la espalda de la médium. Vi cómo las auras se abrieron”, señala el vidente mientras la mujer lo escucha con atención. Los especialistas acaban de conocerse pocos minutos antes.
Konstantine agrega que el desencarnado es un hombre de unos cincuenta a sesenta años. “Habló con mucha ira y rencor”, resalta.
NO SE FUE
Por su parte, la médium confirma que era un hombre mayor de edad, de tez canela. Pero matiza que no entró en su cuerpo, sino que estuvo muy cerca de ella y, desde ahí, se le proyectó. En ese momento, otros seres ya se habían retirado de la casa, incluido el espíritu del hombre que supuestamente estaría enterrado en el patio de una vivienda contigua y abandonada. “Solo se ha quedado uno, el que habló”, afirma la mujer, quien ejerce como médium desde hace veinte años.
LA DUEÑA DE CASA
Apolonia Cevallos, enfermera, no es la única en su hogar que dice experimentar hechos paranormales. También su hija y nuera. “Anoche sentí que alguien se arrastraba por el piso en dirección a mi cama. Lo insulté, pero no pude dormir”, destaca.
Recuerda que hasta el maestro albañil, que le hace arreglos en la casa, ha sentido cosas extrañas. La mujer cree que el espíritu que se ha quedado pertenece a un individuo de mediana estatura y que viste de gris, el mismo que por veinte años se ha manifestado a través de sombras y ruidos.
Vidente y médium coinciden en que los huesos para estudios de anatomía son, al parecer, el principal factor causante de estas influencias espirituales. Por eso, Jorge Konstantine ora por las piezas óseas y ayuda a las almas a ir al mundo celestial.
Una vez terminada la sesión, cada uno, con la ropa oliendo a alcohol y alcanfor, trata de volver a la normalidad.
Pero dos días después, Apolonia desvela que ha vuelto a sentir la presencia del escurridizo espíritu. No importa. Hidalgo y Konstantine volverán por él. Están convencidos de que lograrán expulsarlo del hogar.