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Niños del páramo tienen unos ‘taxis’ peluditos

Yadira Illescas, Salcedo (Cotopaxi)
Sus pequeñas piernas se balancean y acarician el pelaje afelpado de su ‘taxi’. Un tierno llamingo le sirve a Kevin, de 9 años, como medio de transporte para ir a la escuela.
Estos mamíferos son los más consentidos en las comunidades de Cumbijín, Sacha, Leyvisa y Galpón, ubicadas en zonas cercanas al Parque Nacional Llanganates, en la vía Salcedo-Tena.
Cuando Kevin se sube sobre su lomo, lo acaricia y el animalito gira la cabeza, como para cerciorarse de que su amiguito está listo para ir por el camino que le indique.
Entre las llamas y los niños de la zona de Salcedo hay cierta ‘amistad’ y eso las ha convertido en su ‘taxi’, el cual los pequeños del páramo usan para ir a sus centros de estudios, arrear al ganado y cargar la leche.
Kevin se hace 20 minutos desde su casa, en Cumbijín, hasta la escuela, y para que su llama no pase hambre la deja en el establo. No es el único, la mayoría de sus compañeritos también lo hace.
Joselyn Naula tiene 11 años y  junto a sus hermanos Yadira,  de 9, y Domenick, de 5 años, se alternan para montar sobre ‘Adrián’, el animal que los traslada no solo a la escuela, sino a todo lugar donde van.
Joselyn tiene bien equipado a su ‘amigo’, que la espera a la orilla de un riachuelo a unos cinco minutos del centro educativo  en Cumbijín. Su trayecto, todos los días, es de 40 minutos por un camino lastrado.

SE AHORRAN PASAJES
“Sí hay camionetas, pero  nos venimos en las llamas y no pagamos pasajes”, dice la pequeña, quien acomoda a su hermanito, mientras a su ñañita Yadira le toca caminar, porque los tres no caben en el lomo de la llama.
Concluidas las clases en la unidad educativa Cumbijín, se escucha la campana y los pequeños, que dejaron amarrados a sus aninalitos, corren para soltarlos, abrazarlos y continuar el camino de regreso a casa.

SON ANIMALES FUERTES
Julio Caiza, de 56 años y habitante de Cumbijín, corrobora que las llamas son el ‘carro’ de los niños. Los  adultos también utilizan a estos cuadrúpedos, pero  muy poco, y solo para sacar los productos.
“Las llamas son muy fuertes y a la vez dóciles, ideales para los chicos del campo”. Las pezuñas son las únicas que no destruyen la paja, cuya hierba sirve como colchón para almacenar el agua del ambiente y mantener vivos a los humedales que protegemos en estas comunidades. “Los niños las montan para viajar entre la casa y la escuela, tienen mucha resistencia”,  explicó Caiza.