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¡‘Peluquea’ y evangeliza en la calle!

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  Miguel Ángel González, Esmeraldas En menos de diez minutos, Eduardo Gil había cortado el cabello a un niño del albergue de El Salto, en Muisne, Esmeraldas. Gil, de 47 años, solamente usó su tijera y una peinilla, porque la falta de luz le impidió prender la máquina. “Listo. Dios te bendiga”, finalizó mientras el pequeño volvía con sus amigos.  El hombre recorre las zonas afectadas por el terremoto del pasado 16 de abril. Allá por donde pasa, planta su silla giratoria y ofrece sus servicios a los lugareños. En los albergues, trabaja de forma gratuita. Pero cuando instala su salón de belleza en la calle, cobra de dos a tres dólares a cada usuario. “Eso nos sirve para los pasajes”, detalló. Antes de salir del campamento de damnificados, María Fernanda Clevel, madre del niño, le agradeció el favor. “Está bien que se preocupe por los niños”, subrayó la progenitora, cuyo marido posee capacidades especiales. Gil se despidió con un gesto cariñoso. Tomó su silla, caminó pausado hasta la calle y pidió permiso en una casa para que le prestaran un lugar fuera de la vivienda, donde pudiera continuar trabajando. También evangeliza Un segundo cliente se sentó en el puesto para peinarse como el cantante de reguetón Farruko. Gil no desprendía la mirada de la nuca de Ronald Casanova, a quien le llamó la atención el negocio del peluquero. “Me dio curiosidad y quería saber qué tal cortaba”, precisó el vecino, que deseaba vacilar un nuevo ‘look’. Entre tanto, el estilista contó su historia. Llegó de Colombia hace 15 años y se casó con la ecuatoriana María Villalba, quien lo perfeccionó en el arte del estilismo. Ambos residían en Santo Domingo de los Tsáchilas, donde montaron algunas peluquerías. Sin embargo, Eduardo y su esposa se evangelizaron, por lo que vendieron sus propiedades para predicar la palabra de Dios. Esa es su segunda profesión. El colombiano también reconforta espiritualmente a quienes lo desean. De hecho, aprovecha los momentos en que acicala a los clientes para conversar sobre el Todopoderoso. “Es una tarea satisfactoria”, precisó la mujer de Gil, quien se paró junto a él mientras atendía a Casanova. Junto a sus tijeras, el ‘paisa’ siempre lleva una Biblia. “Para predicar en las calles, primero uno debe estudiar”, indicó. Actualmente viven en Atacames, ciudad esmeraldeña. Gil es pastor en una iglesia y siempre planifica los lugares que visitará para cortar el pelo y hablar de Jesucristo. Ahora, tiene claro que su corazón está con los damnificados.

Miguel Ángel González, Esmeraldas

En menos de diez minutos, Eduardo Gil había cortado el cabello a un niño del albergue de El Salto, en Muisne, Esmeraldas. Gil, de 47 años, solamente usó su tijera y una peinilla, porque la falta de luz le impidió prender la máquina.

“Listo. Dios te bendiga”, finalizó mientras el pequeño volvía con sus amigos. 

El hombre recorre las zonas afectadas por el terremoto del pasado 16 de abril. Allá por donde pasa, planta su silla giratoria y ofrece sus servicios a los lugareños. En los albergues, trabaja de forma gratuita.

Pero cuando instala su salón de belleza en la calle, cobra de dos a tres dólares a cada usuario. “Eso nos sirve para los pasajes”, detalló.

Antes de salir del campamento de damnificados, María Fernanda Clevel, madre del niño, le agradeció el favor. “Está bien que se preocupe por los niños”, subrayó la progenitora, cuyo marido posee capacidades especiales.

Gil se despidió con un gesto cariñoso. Tomó su silla, caminó pausado hasta la calle y pidió permiso en una casa para que le prestaran un lugar fuera de la vivienda, donde pudiera continuar trabajando.

También evangeliza

Un segundo cliente se sentó en el puesto para peinarse como el cantante de reguetón Farruko. Gil no desprendía la mirada de la nuca de Ronald Casanova, a quien le llamó la atención el negocio del peluquero. “Me dio curiosidad y quería saber qué tal cortaba”, precisó el vecino, que deseaba vacilar un nuevo ‘look’.

Entre tanto, el estilista contó su historia. Llegó de Colombia hace 15 años y se casó con la ecuatoriana María Villalba, quien lo perfeccionó en el arte del estilismo.

Ambos residían en Santo Domingo de los Tsáchilas, donde montaron algunas peluquerías. Sin embargo, Eduardo y su esposa se evangelizaron, por lo que vendieron sus propiedades para predicar la palabra de Dios.

Esa es su segunda profesión. El colombiano también reconforta espiritualmente a quienes lo desean. De hecho, aprovecha los momentos en que acicala a los clientes para conversar sobre el Todopoderoso.

“Es una tarea satisfactoria”, precisó la mujer de Gil, quien se paró junto a él mientras atendía a Casanova.

Junto a sus tijeras, el ‘paisa’ siempre lleva una Biblia. “Para predicar en las calles, primero uno debe estudiar”, indicó.

Actualmente viven en Atacames, ciudad esmeraldeña. Gil es pastor en una iglesia y siempre planifica los lugares que visitará para cortar el pelo y hablar de Jesucristo. Ahora, tiene claro que su corazón está con los damnificados.

 

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