Cristian Castro volvió a enamorar con su voz, pero el romance con el público guayaquileño tuvo que superar una dura prueba: la desorganización. El mexicano se presentó la noche del viernes 18 de octubre en la explanada de El Dorado (Daule, al norte de Guayaquil), donde ofreció un show lleno de nostalgia, carisma y clásicos, aunque empañado por un inicio caótico y un cierre inesperado.

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Caos desde las puertas

Las puertas, que debían abrir a las 17:00, permanecieron cerradas hasta después de las 19:00. Solo un acceso estaba habilitado para todas las localidades, lo que provocó largas filas, empujones y reclamos por doquier, para aquellos que no entraban en sus carros. Los que alcanzaron a usar el parqueadero lugar la tuvieron un poco más fácil, pagando 5 dólares (cual vacuna, sin registro alguno), pues adentro la fila para ubicarse en las localidades era un poco más corta.

“Nos dijeron que todavía estaban poniendo las sillas”, comentó uno de los policías encargados del ingreso. Y tenía razón: al entrar, los asistentes se toparon con sillas apiladas y llenas de polvo, zonas aún sin habilitar, incluso en los sectores más caros, donde los boletos superaban los $200.

Lo que debía ser una velada romántica se transformó en una prueba de paciencia.

Cristian Castro salvó la noche con carisma

Ya sobre el escenario, Cristian compensó los tropiezos con su humor y cercanía. Cantó “Vuélveme a querer”, “Lloran las rosas”, “Azul” y “No podrás”, además de homenajear a José José con algunas de sus canciones.

Incluso sorprendió con una versión cumbiera de “Déjame querer”, una de sus baladas más queridas. A unos les encantó, otros la sintieron como un sacrilegio.

El intérprete no pasó por alto los fallos técnicos: en varias ocasiones preguntó si lo escuchaban al fondo, y al notar que no, pidió ajustes al equipo de sonido. “Jorge, ¿qué pasa con el audio?”, se le oyó repetir con evidente molestia.

Entre risas y quejas

Pese al mal rato, el artista mantuvo el ánimo del público. Subió a fans al escenario, bromeó con una fan que le pidió matrimonio —“si aceptas la poligamia, encantado, porque ya tengo novia”— y hasta se quejó del calor guayaquileño: “Ayer en Quito me congelaba, hoy me derrito”, dijo entre risas, mientras se secaba el sudor con una toalla que luego arrojó al público.

Un concierto con tres promesas y un final improvisado

El evento había sido promocionado como un show con tres artistas: la banda de Israel Maldonado (Chicha Power) y Douglas Bastidas (Tranzas) junto a Cristian Castro.

Todo comenzó bien: la Chicha Power prendió la noche y Maldonado anunció al público que venía Tranzas… pero quien apareció fue Cristian Castro.

El mexicano cantó su repertorio completo, y cuando parecía que todo había terminado, Douglas Bastidas (Tranzas) subió al escenario solo, con guitarra en mano, para cumplir el compromiso con un breve acústico.

La producción explicó que no pudo presentarse antes por “problemas con los tiempos del evento”, pero ya era tarde: el 60 % del público se había marchado.

Una noche que terminó con sabor a reclamo

El talento de Cristian Castro fue incuestionable, pero la experiencia del público dejó un sabor amargo. La falta de organización, los retrasos y los problemas de audio empañaron lo que pudo ser una velada perfecta.

Aun así, el mexicano demostró por qué sigue siendo uno de los artistas más queridos de Latinoamérica: ni el calor ni el caos lograron apagar su voz.

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