Fútbol barrial sobrevive en calles de Guayaquil: así se vive el ‘peloteo’ del fin de semana
Cada vecindario pone sus reglas. Los vecinos ya saben que la calle se cierra a cierta hora y ni reclaman, antes se acomodan para ver o hacer alguna apuesta

Los equipos esperan a un lado de la cancha su turno para jugar.
Sin importa el punto cardinal de Guayaquil, el ‘peloteo’ del fin de semana es una tradición inquebrantable, que se respeta fielmente y resiste al paso del tiempo. La costumbre de sacarle las cadenas a los arcos, cerrar la calle y armar la ‘cancha’ se mantiene y se fomenta a los más ‘pelados’.
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Aunque el índor se practica desde las canchas de tierra en la cooperativa San Francisco, al extremo norte, hasta en ‘Punta Arrecha’, en el Guasmo, en el límite de Guayaquil con el Río Guayas, es sin duda el Suburbio el que se viene a la mente cuando uno piensa en la fútbol barrial.
Por ejemplo, en la calle Gallegos Lara, entre Alcedo y Colón, el tránsito vehicular los sábados queda oficialmente clausurado en horas de la tarde, cuando empieza a organizarse el peloteo. Los vecinos ya los saben y lo han incorporado a sus rutinas: nadie se queja y el tránsito siempre fluye.
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Reglas claras

Los partidos se juegan con balón artesanal de índor.
Aquí juegan cinco personas por equipo con un límite de tiempo, que suele ser 10 minutos, o dos goles de diferencia, lo que primero ocurra.
En ambos lados de la vereda se arman la tribuna este y oeste. En una se instalan los vieja guardia y ‘pelados’ sanos; la otra, en cambio, es el ‘área de fumadores’... y no precisamente de tabaco.
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Mientras los equipos se completan y se va ‘casando (transando la apuesta)’, los vecinos sacan provecho vendiendo tripa, fritada, maduro lampreado y como no la cerveza bien fría. El cruce de vasitos plásticos y lanzamiento de los ‘conchos’ de espuma a la pared son incesantes.
Peter Beltrán, uno de los jugadores habituales de esta cancha del barrio Garay, detalló que las apuestas son van desde un dólar hasta los cinco dólares por cabeza, aunque cuando llegan equipos “extranjeros (de otros vecindarios o ciudades) el valor que se pone en juego es mucho más alto.
¡Pitazo inicial!

Los jugadores no usan uniforme ni distintivos, deben estar atentos a quién le pasan la pelota.
Pero cuando los equipos están en listos, la cosa se pone seria, pero eso sí, el ímpetu puesto al partido depende de la cantidad de dinero que esté en juego.
Cuando los primeros errores empiezan a asomar, también lo hacen los espectadores que se convierten en técnicos más sabiondos que Pep Guardiola, Mourinho o Ancelotti. “Toca atrás”, “cámbiala”, “devuélvela”, “no amarres”, se pasan gritando.
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“En la cancha la gente se ‘encama’ de todo, se meten ‘raje’, pero al final del partido todo queda ahí, un par de vasos de biela y todo altercado queda olvidado. El único que se salva de los ‘achaques’ es el árbitro, a él se lo respeta por sobre todas las cosas”, explicó Roberto Limones, otro de los ‘titulares’ fijos de cada fin de semana.
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