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Guayaquil

Pese a la inseguridad, feligreses aún acuden a iglesias ubicadas en zonas conflictivas, pero solo hasta ciertos horarios. Hay notables asientos vacíos.Freddy Rodríguez / extra

Iglesias en 'zonas rojas' de Guayaquil enfrentan vacunas y balaceras, según testigos

Feligreses en Guayaquil han escuchado tiroteos mientras se celebra el sermón en ‘zonas rojas’. La inseguridad obliga a cerrar templos temprano

Predicar en Guayaquil se ha vuelto un acto de valentía terrenal. La violencia que sacude la ciudad alcanza también a los templos, donde pastores y sacerdotes enfrentan tiroteos, extorsiones y amenazas mientras intentan sostener la fe.

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En distintas iglesias católicas y cristianas, los líderes religiosos describen la compleja realidad que enfrentan.

“Ha habido misas que se han suspendido o realizado de forma virtual por las balaceras en Socio Vivienda. Es una situación muy complicada”, admite Luis Alvarado, párroco de la iglesia Beato Álvaro del Portillo, ‘enclavada’ en el sector más violento de Guayaquil en 2025.

Con seis años al frente de su parroquia, Alvarado reconoce que muchas de las actividades pastorales deben limitarse o trasladarse a horarios vespertinos, debido a que viven “rodeados por la inseguridad”.

Un equipo de EXTRA constató las dificultades físicas que hay para llegar hasta algunos templos. En Socio Vivienda, por ejemplo, el acceso es un camino de polvo y piedra. La iglesia permanece cercada por rejas, alambres de púas y medidas de seguridad improvisadas para evitar robos o ingresos no deseados.

El silencio de curas por temor a represalias

Los feligreses explican que las misas solamente se celebran hasta las 17:00, por la falta de iluminación y el peligro. En ese mismo sector, iglesias evangélicas (al igual que varios negocios) han sido víctimas de extorsiones. Según testimonios, los delincuentes exigen pagos mensuales de hasta $30.

Sin embargo, los pastores prefieren no hablar del tema. “No se puede comentar eso, hermano. Discúlpeme”, se limitó a decir uno de ellos.

Para muchos creyentes, el miedo ha sido más fuerte que la devoción. “Únicamente voy a la iglesia cuando asistimos en grupo. Solita no me animo, es muy peligroso”, comenta Rosalía Tandazo, una moradora de 43 años.

La violencia, también, ha golpeado a las organizaciones de ayuda social, que han tenido que modificar sus labores por las amenazas del crimen organizado. El banco de alimentos Diakonía, adscrito a la Arquidiócesis de Guayaquil, ha sido uno de los afectados.

Fundaciones también serían víctima de los extorsionadores

“La ola de violencia nos ha impactado. Muchas fundaciones han cerrado o se han trasladado por amenazas y extorsiones”, dice Valeria Yánez, representante de esa organización, quien identifica como zonas críticas al Guasmo Sur, Paraíso de la Flor y Monte Sinaí.

El miedo también ha alcanzado a los templos cristianos. En lo que va del 2025, varios cultos han sido cancelados por balaceras o muertes ocurridas en las inmediaciones.

Templos pasan resguardados y acordonados para ‘frentear’ a la inseguridad.Freddy Rodríguez / extra

En el sector de Fertisa, por ejemplo, una congregante de la iglesia Dios con la Familia cuenta cómo han vivido momentos de pánico en plena prédica. “Ha habido enfrentamientos mientras estamos en el culto. Da mucho temor vivir así”, confiesa la mujer, quien prefirió mantener su nombre en reserva.

Aunque el templo no ha sido blanco directo de ataques, los creyentes aseguran que muchos asistentes dejaron de acudir por miedo. “Los que controlan la zona nos permiten estar ahí, pero la gente nueva ya no se atreve a venir tanto”, añade.

Una realidad similar vive una iglesia del Guasmo, en el sector conocido como La Cartonera, donde de 40 congregantes, apenas quedan seis. “La gente tiene miedo. Entendemos que su fe se enfríe, pero seguimos reuniéndonos los domingos”, asevera un líder religioso, quien pide el anonimato.

Algunos feligreses acuden a esas iglesias solo hasta las 17:00.Freddy Rodríguez / extra

A pesar del temor y las limitaciones, muchos líderes se niegan a rendirse. “Sabemos que los tiempos son difíciles, pero nuestra misión es acercar a las personas a Dios, sin juzgar, sin rechazar”, sostiene el pastor Michael Drouet, de Judá Ministry.

Por su parte, Magdalena Ramírez, miembro de la iglesia El Señor Restaura, explica que su grupo continúa saliendo dos veces al mes para entregar alimentos y compartir la palabra de Dios, aunque ahora lo hacen con más precaución. “Intentamos hacerlo temprano o pedimos acompañamiento policial para evitar asaltos”, indica.

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