La frase de bienvenida es desoladora: “El sendero está en mal estado y tiene muchos huecos”. Así reciben a quienes visitan la isla Santay. En la garita de ingreso, al final de la calle El Oro, del lado de Guayaquil, la advertencia de quien recibe la cédula para registrar los datos del turista desalienta aún más: “Recomendamos no distraerse al caminar porque se puede caer en los huecos”.

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Se refiere a los innumerables baches de la caminera que alguna vez recibió a cientos de miles de ciudadanos y turistas. Hoy, ese camino conduce hacia la ruina de un espacio natural que ve alejarse el progreso.

La situación es corroborada por visitantes nacionales y extranjeros. Christopher Araya, creador de contenido costarricense conocido como Araya Vlogs, registró su experiencia en un video subido a YouTube a inicios de este mes, que ya supera el millón de visualizaciones.

“Hay que tener cuidado aquí porque nos quedamos sin tobillo”, advierte Araya, mostrando cómo uno de sus pies entra fácilmente en un hueco. “Qué lástima este lugar. He estado a punto de perder el tobillo varias veces. Vean el (mal) estado del camino”, añade.

¿Por qué se restringió el paso de bicicletas por el puente de la Isla Santay?

Desde marzo pasado se prohibió el paso de bicicletas hacia la isla para evitar accidentes. Sin embargo, los habitantes de Santay siguen usando el sendero para trasladarse, ya sea a comprar o, en el caso de los adolescentes, para ir a clases cargando mochilas y uniformes.

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No es la primera vez que se restringe el paso de bicicletas por daños en la caminera. En 2017, EXTRA recogió opiniones de especialistas que sugerían sustituir los tablones de plástico o madera por materiales más resistentes. A casi dos años de la última reposición —750 elementos de caucho de neumáticos usados instalados por el Ministerio del Ambiente—, los daños son aún mayores.

Paulina Arenas visitó la isla en julio pasado. No pudo ingresar en bicicleta y regresó a pie. “El administrador me dijo: ‘Decimos en la puerta que no se puede pasar’. Pero no hay señalización ni información en redes”, relató. Ante esto, Arenas creó el colectivo Santay SOS, para visibilizar la problemática y motivar a los ciudadanos a defender su derecho a la recreación y al uso digno del sendero y puente de la isla.

Antes, la isla Santay era uno de los pocos atractivos turísticos que motivaba a los residentes del norte de Guayaquil a visitar el sur. “No hay motivación ahora. Ya no hay turismo ahí. ¿Qué nos llevaba al sur? La Santay, nada más”, asegura Jéssica Buenaño.

Colectivos sociales insisten al Gobierno atención a las necesidades de Santay

Santay SOS se unió al colectivo Masa Crítica Guayaquil y a la Asociación Amigos de Santay para solicitar a los ministerios de Ambiente, Energía, Infraestructura y Transporte, y a la administración de la isla, la reparación del sendero, priorizando los tramos más colapsados, y la implementación de un plan de mantenimiento preventivo y correctivo. El oficio entregado el 29 de septiembre cuenta con 170 firmas de respaldo.

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“Esperamos que las autoridades escuchen este pedido, pero sabemos que sin presión ciudadana puede quedar archivado”, reconoce Alberto Hidalgo, vocero de Masa Crítica. Añade: “Si no hay respuesta local, debemos elevar la solicitud a instancias nacionales e incluso internacionales, porque se trata del derecho a la movilidad sostenible y al espacio público”.

La economía local también sufre. “Menos visitantes llegan, los emprendimientos comunitarios —restaurantes, cocodrilera, etcétera— han perdido clientela y la conexión natural entre Durán, Santay y Guayaquil se ha interrumpido”, lamenta Hidalgo.

Desde el pasado 6 de octubre, EXTRA solicitó al Ministerio del Ambiente una entrevista para conocer planes de recuperación del sendero, sin recibir respuesta hasta el cierre de este artículo. Sí visitó la isla la ministra Inés Manzano, hace unas dos semanas, según informó el administrador Bartolo Domínguez. Se conversó sobre la reparación del sendero, pero no se acordó una fecha para su ejecución.

Domínguez asegura que antes de la prohibición del ingreso en bicicleta, las visitas mensuales eran de unas 120 personas; hoy, solo llegan alrededor de 30. Por eso, habitantes, ciudadanos y turistas mantienen la esperanza de que la caminera sea reparada, para que Santay recupere su movimiento y se consolide como un tesoro natural accesible para todos.

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