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Guayaquil

Abandono y enfermedad: el drama de los adultos mayores indigentes en Guayaquil
Existen cientos de casos, como el de don Luis, exmecánico que perdió la movilidad tras un accidente y fue ignorado por los servicios públicos
Tirado en la vereda, sin poder mover las piernas debido a un accidente que lo dejó con discapacidad y con la ropa sucia: así sobrevive Luis Humberto, adulto mayor que pide a gritos ayuda en la intersección de Pedro Pablo Gómez y la Novena, en el suburbio de Guayaquil.
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Don Luis, quien alguna vez fue un respetable mecánico de automotores que trabajaba en un taller de la calle Ayacucho, ahora no tiene otra opción que apelar cada día a la buena voluntad de los vecinos que aún lo recuerdan y le regalan un plato de comida para aplacar el hambre, o alguna prenda de vestir o sábana para soportar el frío.
“Mi familia me abandonó, no tengo a nadie. Me atropellaron en 2019, en la ‘entrada de la 8’ (avenida Casuarina). Me fracturé la cadera y por eso no puedo caminar. Antes podía con ayuda de este bastón, pero he empeorado y ya no puedo moverme”, relata, mientras muestra una barra de metal doblada y oxidada que alguna vez le sirvió de apoyo.

Ante el agravamiento de su salud, los moradores intentaron conseguir ayuda a través de instituciones gubernamentales como el ECU-911 y el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES). Sin embargo, la respuesta que recibieron les causó indignación.
“Mandaron una ambulancia y dijeron que, como no tenía heridas abiertas ni sangraba, no podían llevárselo. Ni lo revisaron y lo dejaron botado en el piso. Son unos inhumanos”, denuncia Jimmy Fierro, comerciante del sector.
En todas las zonas de la ciudad hay cientos de casos similares al de don Luis, aunque son más visibles en el centro porteño, donde la presencia de adultos mayores sentados o acostados en las veredas se vuelve cada vez más común.
Un ejemplo es el de doña Clara, una octogenaria que vaga por los alrededores del parque Centenario cargando dos cajas de cartón en las que guarda sus pocas pertenencias, las cuales atesora con su vida.
“Mis hijos no fueron buenos. Cuando empecé a ser una carga, me abandonaron. Sin trabajo y sin casa, no me quedó más que vivir en la calle. La gente me ayuda, me brinda una tarrina de comida, una muda de ropa, pero de todas formas la vida es difícil”, admite.
Debido a su avanzada edad, su memoria ya flaquea y no logra recordar cuánto tiempo lleva viviendo en la calle, aunque calcula que son más de dos años. “Yo solo quisiera que me ayudaran con un cuarto donde pasar las noches y dejar mis cosas seguras”, menciona con tono de desaliento, pues no cree que su situación mejore.
¿Cuáles son lo riesgos de salud para los adultos mayores en situación de calle?

El clínico infectólogo Washington Alemán alerta que para los adultos mayores resulta muy peligroso vivir en las calles, pues no solo están expuestos a un sinnúmero de enfermedades infecciosas, sino también a factores como la malnutrición, las adicciones y la inclemencia del tiempo, que deterioran su salud en poco tiempo.
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“El hacinamiento con otros indigentes, la mala alimentación, el contacto con roedores e insectos que pueden picarlos o morderlos, y el consumo de agua o alimentos de fuentes no seguras provocan diversas enfermedades, como dengue, enterocolitis (inflamación y necrosis del tejido intestinal), tuberculosis, afecciones de la piel, como sarna, y respiratorias, como la neumonía, que es la complicación más grave en estos grupos”, explica.

“Y si a esto agregamos enfermedades no infecciosas como diabetes, anemia, daños hepáticos y renales por déficit alimenticio, alcoholismo u otras adicciones, el riesgo de enfermedades se eleva”, complementa.
Alemán recalca que es responsabilidad del Ministerio de Salud brindarles atención médica, pero que en la práctica esto no sucede. “Cualquier adulto mayor, sea indigente o no, tiene más riesgos de que cualquier enfermedad evolucione de forma mucho más rápida y severa que en una persona joven”, advierte el profesional.
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