El viaje de María Corina Machado, opositora venezolana y flamante premio Nobel de la Paz, fue una verdadera odisea de película. Su salida de Venezuela, según versiones de analistas, habría arrancado por mar rumbo a Curazao, para luego emprender casi 9.000 kilómetros en avión hasta Oslo, con una parada en Estados Unidos.

Durante semanas corrieron rumores: ¿llegaría o no llegaría al Nobel? Nadie la veía desde enero y burlar el cerco del régimen de Nicolás Maduro parecía misión imposible. Pero la dirigente, de 58 años, apareció de madrugada en la capital noruega a bordo de un jet privado que, según FlightRadar24 y FlightAware, salió de Curazao el miércoles.

El Wall Street Journal soltó los detalles más picantes: el lunes arrancó su travesía escondida, disfrazada y con peluca, acompañada de dos personas. Tardaron 10 horas en llegar desde un suburbio de Caracas hasta un pueblo pesquero, esquivando 10 controles militares donde pudieron haber sido detenidos.

Tras un breve descanso, la aventura siguió por mar. El bote se topó con vientos fuertes y mar picado camino a Curazao. Antes de zarpar, su equipo avisó al Ejército de EE.UU. para que no los confundieran con narcolanchas. La advertencia era clave: las operaciones militares estadounidenses ya han dejado más de 80 muertos.

Ya en Oslo, Machado confirmó lo que se sospechaba: Estados Unidos la ayudó en su escape. Y el WSJ añadió otro dato: mientras el grupo se acercaba a Curazao, dos cazas F-18 de EE.UU. sobrevolaron el Golfo de Venezuela durante 40 minutos, cerca de la ruta marítima que ella seguía.

Machado llegó a Curazao el martes a las 15:00. Allí la esperaba un enlace facilitado por la Administración Trump. Durmieron en un hotel y, de madrugada, siguieron su camino.

El avión que la recogió fue un Legacy 600 brasileño, matrícula mexicana, operado por JetVip Business Aviation y basado en Querétaro. La aeronave había salido desde Miami Opa Locka rumbo a Willemstad la noche anterior.

El miércoles, a las 06:42, el jet despegó de Curazao y, tras 4 horas y 43 minutos, aterrizó en Bangor, Maine, para una parada técnica. Desde allí voló 6 horas y 24 minutos más hasta Oslo, donde aterrizó cerca de la medianoche.

Ya en Noruega, en la fría madrugada del jueves, María Corina se asomó al balcón del Grand Hotel de Oslo y se reencontró con su familia, amigos, aliados y decenas de venezolanos que esperaron bajo la intemperie para celebrar su llegada y el histórico Nobel.

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