Antes y después

Dicen que en esta vida siempre hay un antes y un después. Los ecuatorianos tenemos que hacer un análisis de lo que representó el correísmo en sus 10 años. La herencia que deja a quien hoy tiene en sus manos implementar un cambio, es funesta.

Los correístas sostienen que antes de la década ganada, el país se encontraba sumido en la larga noche neoliberal. La partidocracia representaba una vergüenza histórica. Correa llegó a fundar el Ecuador... ¡Qué ironía!

El Gobierno anterior, opresor por excelencia, fomentó el odio, la división social y la pérdida de valores éticos y morales. Sus efectos son inobjetablemente palpables. La delincuencia y el tráfico de drogas encontraron tierra fértil donde sentar sus bases.

La corrupción se va destapando con la libertad de expresión e investigación. El cambio propuesto por Lenín, de diálogos y puertas abiertas, hacen pensar en un país diferente. Pero las diferencias que aún demuestran los acólitos del régimen anterior se evidencian en la Asamblea Nacional.

Las obras realizadas por el anterior Gobierno pasarán a la historia en tanto y en cuanto logren cumplir a cabalidad los objetivos por lo que se construyeron; pero lo que no podrá recuperarse es el daño causado a los bolsillos de los ecuatorianos y a la juventud en el consumo de drogas.

Lenín Moreno se enfrenta al desafío del DESPUÉS. El tiempo para poner en marcha los ofrecimientos de recuperar al país, corre inexorablemente.