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Opinión
La invitada del día: Un día “peligroso”(?)
La costumbre de una gran mayoría de ecuatorianos de empaquetar las penas, tragedias y amarguras del año que se va en un monigote.
La costumbre de una gran mayoría de ecuatorianos de empaquetar las penas, tragedias y amarguras del año que se va en un monigote, y quemarlo el 31 de diciembre, para que se las lleve al más allá y no se repitan en el que comienza al día siguiente, tiene una raigambre popular muy importante. Tanto, que si no se lo hace, para muchos, es señal de mala suerte.
Lo malo es que esta tradición trae una cola de tragedias muy larga. La quemazón provoca el desprendimiento de sustancias tóxicas y contaminantes, como el tolueno, plomo, mercurio y fósforo blanco, según los entendidos; y, la generación de gases, como el dióxido y monóxido de carbono, que contribuyen al deterioro del medio ambiente, porque el relleno, que antes era de aserrín y sal gruesa, ahora está hecho de pólvora, por los cohetes, tumbacasas, petardos y más explosivos que se emplean.
El ruido ensordecedor de esta explosión provoca traumas acústicos, afectándose también los animales domésticos, como perros y gatos. Además, producen trastornos respiratorios y tragedias por la pérdida de vidas o partes del cuerpo de quienes manipulan estos elementos.
La atmósfera se torna pesada y tarda mucho tiempo en despejarse. También sufre el pavimento sobre el cual se queman los muñecos, y se originan incendios y accidentes de toda índole.
Dejar esta costumbre tomará mucho tiempo. Pero es hora de empezar, enseñando a los pequeños sus nocivos efectos.