Opinión
Columnas: la danza de los millones
Últimamente están apareciendo los resultados de las investigaciones -de lo que apenas se conoce y publica- sobre los grandes negociados realizados a costa del pueblo ecuatoriano, por confesión hecha por un supuesto delator.
Últimamente están apareciendo los resultados de las investigaciones -de lo que apenas se conoce y publica- sobre los grandes negociados realizados a costa del pueblo ecuatoriano, por confesión hecha por un supuesto delator.
Aunque esto no es nuevo, porque siempre se ha hablado de la corrupción enquistada en el poder, parecería que la danza de los millones de dólares es cada vez más intensa y voluminosa, como que si la lujuria por el dinero se hubiese vuelto más libidinosa.
Es como que si hablar de millones fuese hablar de miles. Unos cuantos millones no satisfacen.
Parecería que se desea garantizar eternamente la riqueza generacional de los gusanos en el cementerio, porque no hay vida que alcance a gastar esas millonadas en drogas, lujos y cosas que para el resto de los mortales resultan inalcanzables hasta en el mejor de los sueños.
Esta es la bofetada y la burla más cruel que se puede infligir al ciudadano de a pie, a aquel que calza apenas zapatos de caucho sacados de la basura, que viste una gastada camiseta regalada por un político de turno, cuyo estómago grita hambre; que no tiene agua, electricidad ni nada que satisfaga sus básicas necesidades, sin un empleo que le permita educar y mantener a sus hijos.
Y, sin embargo, fue a esos que le arrojaron la camiseta desde una camioneta a quienes dio su voto creyendo en sus palabras.
¿Hasta cuándo permitimos estas lujuriosas danzas en nuestras propias barbas?