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Columnas: Mirarnos en el espejo

Y esto es lo que parece cobrar más vigencia hoy cuando la migración masiva de unos países a otros tiene en jaque, incluso, a la que se considera la mayor potencia del mundo, Estados Unidos.

Un autor decía hace años que “África no existe”, pues sus fronteras solo se definían en los mapas y que, en realidad, la movilidad de sus gentes la regulaba la necesidad y no una línea imaginaria.

Y esto es lo que parece cobrar más vigencia hoy cuando la migración masiva de unos países a otros tiene en jaque, incluso, a la que se considera la mayor potencia del mundo, Estados Unidos.

Un caos que no deja nada bueno ni para los que llegan ni para los que están.

Y Colombia está siendo un claro ejemplo de ello.

Si al desempleo que cabalga a todo dar se le suma la llegada masiva de foráneos, el asunto está -como dicen- de ‘apaga y vámonos’.

La inexistencia de una regulación migratoria y la inacción o poca reacción de los gobernantes tienen al país cafetero no al borde del abismo, sino en el abismo mismo.

Por estos días ‘el más grande comedero de Colombia’ y el corazón del país, Bogotá, sufre las consecuencias de un caos inesperado.

Por un lado, miles de migrantes viviendo en las calles y, por otro, manifestaciones por las políticas estatales que no consultan el bolsillo de 45 millones de personas que habitan en el hermano país.

Y, entonces, ¿qué hacer? Echarse a llorar. No. En lo que a los vecinos atañe esperar que impongan la Libertad y el Orden que cacarea su escudo patrio. Y, nosotros, mirarnos en ese espejo.

FRASE: A las estrellas pese a las dificultades.