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Opinión

Columnas: No esperemos que haya más muertos

Hace poco falleció una estudiante de 11 años, víctima de los actos crueles y malvados de 5 de sus compañeros de colegio.

Hace poco falleció una estudiante de 11 años, víctima de los actos crueles y malvados de 5 de sus compañeros de colegio. Entre 2017 y 2018, la Subsecretaría de Educación registró 2.102 casos de violencia estudiantil, siendo esta cifra aproximada porque no todo se denuncia. Pero las agresiones no solo se dan entre estudiantes, sino que también alcanzan a los maestros. Muchos guardan silencio por miedo a las represalias de los alumnos y de los propios padres de familia. Las peleas entre jóvenes, dentro y fuera de los planteles, son diarias. Y el panorama se agrava por el persistente consumo de drogas. Lo dicho nos deja la siguiente lectura: La conducta de los menores es el reflejo de lo que ocurre en su casa: Familias disfuncionales y/o violentas, donde el respeto, la disciplina, los principios y valores que deben regir la conducta de los seres humanos no existen. La desvalorización que han sufrido los maestros, menoscabándose su autoridad, proviene, entre otros, de la Ley de Educación. Ahora, son los alumnos los que mandan y los únicos dueños de derechos. La flexibilidad de ciertas normas hace que aquellos infractores que amenazan con matar a sus compañeros sean tratados con mucha indulgencia. El cambio de colegio nada remedia. Urge una revisión del sistema educativo. No esperemos que haya más muertos para reaccionar y contener esta ola de violencia que viene desde el hogar.