Opinión
Columnas: Se creen aviadores, y no conductores de carros...
El municipio porteño, a través de la ATM, ha colocado nuevos radares en la carretera que conduce a las playas en donde sentimos que “en el mar la vida es más sabrosa”.
Hace algunos años, en lugar de “colgar los botines”, como haría un futbolista profesional que “quiere ver los toros y los arcos desde lejos”, colgué las llaves de mi carro y decidí no ponerme más frente a un volante, luego de haber sido un conductor sportman por más de tres décadas que me hicieron rodar por calles, avenidas y carreteras. Ahora soy un pasajero de colectivos y automóviles (a veces de camiones, pero nunca de motocicletas) que se confía en que el chofer de esos vehículos no se pase de la raya en cuanto a velocidad; es decir que no se emocione cuando aplastan el acelerador, corriendo a velocidades no permitidas por la ley ni por la seguridad.
El municipio porteño, a través de la ATM, ha colocado nuevos radares en la carretera que conduce a las playas en donde sentimos que “en el mar la vida es más sabrosa”. Es decir que la velocidad queda prescrita y el que quiera pasarse del límite tendrá que pagar la multa correspondiente que “no es pelo de rana”. Esta decisión se ha tomado, al parecer, ante el pedido de muchas personas que han estado a punto de ser arrolladas por los impetuosos conductores que más bien se creen aviadores y que quieren llegar a su destino en un abrir y cerrar de ojos.
La velocidad es recomendable para los atletas velocistas o para los corredores de carros Fórmula Uno. Pero en nuestras carreteras impongamos la prudencia al manejar.