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Opinión
Columnas: Uso y abuso de los aviones presidenciales
En nuestro no muy poderoso país -ya no nos asombramos porque al respecto estamos curados de espanto los ecuatorianos- no hay un avión presidencial.
Manuel López Obrador, el flamante presidente azteca, que hizo posible luego de larga espera que el sector “zurdo” llegara al poder tras décadas del dominio absoluto del PRI, acaba de anunciar -¿sinceramente gracias a su ideología o por demagogia?- que el avión presidencial que se ha venido destinando (como en casi todos los países del mundo) para las movilizaciones internas o internacionales de los primeros mandatarios mexicanos, lo iba a vender al mejor postor y, de esta manera, utilizar para sus desplazamiento los aparatos aéreos comerciales.
En nuestro no muy poderoso país -ya no nos asombramos porque al respecto estamos curados de espanto los ecuatorianos- no hay un avión presidencial, sino dos, partiendo talvez del principio de que “uno es ninguno”. Esta “dualidad aérea” parece que fue propia del gobierno correísta, que además usó el par de aeronaves para traslados un tanto sospechosos que ahora la justicia está investigando, ojalá que no con esa lentitud desesperante con la que se investiga la corrupción de ciertos funcionarios “sabidos” del partido verde que gozaron de las delicias del poder.
Incluso, se afirma que tales aviones sirvieron para llevar fondos mal habidos a los paraísos fiscales, en vuelos inexplicables.
No se sabe si Lenín, que actuó ya en la ONU, cuya Asamblea la dirige ahora nuestra compatriota María Fernanda, también seguirá el ejemplo de López Lobrador, aunque no para quedarse sin transporte aéreo, sino para mantenerse solo con un chullo avión. ¿Para qué más? (FCV)