Opinión
Desde la redacción: El viacrucis en los hospitales públicos
Tanta propaganda del Gobierno sobre la década ganada hizo que le diera un voto de confianza al sistema público de salud, llevando a mi hijo al recién inaugurado hospital de Los Ceibos, en Guayaquil, para que lo atendieran de emergencia. Al llegar, me acerqué al counter de información, donde estaban una persona del área administrativa y tres médicos. El primero anunció que no había atención en emergencia, mientras que una doctora explicó que ni el laboratorio ni la farmacia estaban operativos, pese a que lo acababan de estrenar. Decepcionado, fui al hospital del día Efrén Jurado, donde comenzó el periplo. Una hora y quince minutos haciendo fila para la admisión en una especie de patio con techo de plástico, donde se concentraba el calor, mientras mi niño ardía de fiebre. Cuando nos tocó el turno, el admisionista nos envió al consultorio de triaje, en el que pasamos tres horas hasta que nos atendió un médico, quien luego de auscultarlo ordenó que le hicieran exámenes. Uno de ellos fue de orina, pero en el baño de hombres no había luz y la puerta estaba dañada. Después llegó el turno del laboratorista, que hacía papeleos y tomaba muestras al mismo tiempo sin lavarse las manos. Dos horas después, solo entregaron una parte de los resultados, porque no tenían reactivos y teníamos que esperar a que lo hicieran a mano. Tras dos horas más de espera, por fin supimos lo que tenía, luego de batallar casi todo el día con un servicio lento, incómodo y burocrático. Mi queja está en Twitter, por si se les ocurre replicarme. Es una lástima que la salud haya sido un artificio para ganar las elecciones y que los ecuatorianos sigamos rogando por una atención decente.