Opinión
Es hora de que hablemos claro
El proyecto del Gobierno de desaparecer la Supercom ha concitado el interés de diversos sectores políticos y especialmente de los periodistas que sufrieron el asfixiante acoso de este ente sancionador durante casi cinco años. Por eso el hecho de que se emita su partida de defunción no significa que las libertades de prensa y expresión estén plenamente garantizadas en un país que se acostumbró a pisotearlas tras una década de correato. Si se acaba esta comisaría, ¿quién o qué vigilaría el cumplimiento de la Ley de Comunicación, que, al parecer, estará más vigente que nunca? ¿El Cordicom? ¿Qué pasará con figuras como el linchamiento mediático y la comunicación como servicio público? Como ven, desmontar el intrincado aparato correísta no será tan simple como se piensa, al menos en estos momentos de orfandad política. Muchos de los que prometen un cambio no saben lo difícil que resulta pedir información a los ministerios, los cuales incumplen olímpicamente la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública. Y no solo que callan, sino que exigen a viva voz su derecho a la réplica cuando la noticia ya fue publicada. Así de maquiavélico es el asunto y esto no ha cambiado. Por eso es urgente que se precisen los alcances de las reformas y se logren consensos por el bien de la democracia en el Ecuador. No podemos retroceder ahora en materia de derechos, entre los cuales está consagrado el respeto a la libre circulación de ideas y opiniones a través de los medios de comunicación. Es hora de que hablemos claro.