Recién un político famoso por su vulgar procacidad dijo que “Se aprende más en ‘la 18’ (barrio de tolerancia de Guayaquil) que en Yachay”. También desde otras esferas se dice que es un “elefante blanco”, un “desperdicio”, “buena para ermitaños” viéndole “la quinta pata al gato” para desacreditarla, quitarle rentas o salir con lo de la corrupción por cualquier cosa, sin pruebas en firme. En realidad, Yachay es la primera ciudad planificada del conocimiento, proyectada para el 2045 en sus 4.400 hectáreas. Es un campus: universitario, centro industrial y de investigación, y habría sido el primer parque tecnológico público-privado de América Latina, que según expertos internacionales es el proyecto más visionario y revolucionario que habría emprendido el país.
Yachay Tech en solo 3 años de creación ocupó el tercer lugar, según el “Nature Index Ranking”, por publicaciones científicas, solo detrás de la Universidad Politécnica que tiene 140 años de creación y la Universidad Católica con más de 70 años, y ha creado más de 60 proyectos de investigación. El futuro del mundo está en la ciencia y la tecnología, si no nos quedamos aún más en el margen del subdesarrollo. Y ahí apunta Yachay a fomentar la producción nacional y al urgente cambio de la matriz productiva. Nada como el concepto de Yachay para reflejar la diferencia entre un estadista y un político del montón. La envidia no tiene sueños propios, solo disfruta destruyendo lo de los demás.
