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Opinión

¿Fin del acoso?

Fueron cinco años de acoso constante, en los que la Supercom usó toda su fuerza para perseguir a los medios que no claudicaron en su deber de informar con su estilo propio y sin ambages sobre lo que ocurría en el país. Cinco años en los que hacer periodismo se convirtió en una prueba de valentía, resistencia y constancia ante la avalancha de procesos seguidos de oficio por las interpretaciones subjetivas y tendenciosas de quien quiso poner de rodillas a los periodistas que se negaron a sucumbir al estado de propaganda impuesto por el correato. En ese lapso, la Superintendencia multó sin recato a los medios que se negaron a publicar mentiras, rectificaciones impuestas o discursos falaces acerca de los logros de la llamada Revolución Ciudadana. ¿Qué se hizo con ese dinero? Las reformas a la Ley de Comunicación lograron enterrar a esta oscura dependencia, que será recordada por su guerra sin cuartel contra el periodismo independiente y que usó a la semiótica como arma para judicializar los casos contra la prensa nacional.

Ahora espero que solo quede el recuerdo de lo que fue trabajar en las redacciones con una espada de Damocles sobre los escritorios, temiendo la embestida gubernamental en caso de que un titular molestara al patrón. Ojalá hayamos aprendido la lección y sepamos reconocer a los dictadores cuando intentan amordazar a los medios. Que esto no se repita en un país que debe fundamentar su desarrollo en la defensa de todas las libertades.