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Opinión
Editorial
Víctimas mortales por nuevas inundaciones
El fenómeno de El Niño, que llegó aparejado con la corriente del mismo nombre y que por la elevación de temperatura puede causar dos efectos contrarios: el exceso de pluviosidad o la sequía, ambos peligrosos y costosos en nueve provincias del país, ha dejado el lamentable saldo de varias víctimas mortales debido al impetuoso desbordamiento de ríos tras fuertes lluvias que anegan lo mismo a sectores agrarios que a los citadinos.
Hay una vieja y popular expresión que señala aquello de “abril, aguas mil”, que bien pudiera dar la voz de alarma para lo que podría ocurrir, sobre todo en el campo, durante el mes que acaba de iniciarse y que anualmente es el último de la llamada temporada invernal provocada por la corriente que desde diciembre nos llega del norte.
Operativos especiales tendrán que organizarse ante los nuevos problemas que podrían producirse. Y, sobre todo, concientizar a la población rural para asegurar su sobrevivencia, haciendo lo posible porque no se siga sumando la pérdida de vidas humanas y, además, proteger a los sectores más vulnerables en las zonas de mayor peligro para la agricultura ecuatoriana.
Que llueva...que llueva...
Hace fúúú, cuando era niño, nos reuníamos los amigos y, cuando comenzaba a llover, enseguida cantábamos ... “que llueva, que llueva, la vieja está en la cueva, los pajaritos cantan y la luna se levanta...”.
Dicen que las recientes lluvias las traen los vientos del Oriente, de la Amazonía y su intensidad varía según los vientos y el calor que encuentren.
Cabe decir: Al mal tiempo buena cara. Debemos sacar provecho -agrícolamente hablando- a estas lluvias. Nuestros agricultores son “pilas” y quizás han sembrado plantas de ciclo corto que en mucho ayudarán para cuando vengan los malos días.
Recordemos a una Niña que luego dejó áridos los campos del Litoral, obligando a la gente a emigrar a lugares con algo de humedad para cultivos.
Hay una campaña para guardar alimentos no perecibles, es decir que no se dañen enseguida. Hay que drenar en zonas donde el agua se acumula, para evitar inundaciones y ponerse a buen recaudo y lejos de las orillas de ríos, arroyos o toda agua acumulada. En muchos lugares las obras de drenaje se hacen a como dé lugar. Mantener la calma y serenidad es lo básico.
Para quienes manejan vehículos la alerta es triple: Las carreteras se ponen resbalosas, los frenos fallan y la dirección no obedece. Necesitamos serena orientación para un nuevo amanecer, que sí vendrá.
Por Vicente Flores L.