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Opinión
Editorial
En medio de la tragedia
Hay dos hechos muy importantes que se deben destacar ante el terremoto del sábado 16. Uno, es la solidaridad nacional con quienes sufrieron la tragedia. No hay ecuatoriano que no haya sentido como propio el dolor de manabitas, esmeraldeños y más víctimas afectadas.
El segundo caso es la solidaridad internacional con el Ecuador. Voces y ayudas prácticas se han registrado casi en todo el mundo. Las naciones latinoamericanas, especialmente las de Sudamérica, se han hecho presentes para ayudar. Rescatistas, bomberos y médicos han llegado al Ecuador en buen número. No solo es la ayuda humana, también llegan bienes materiales, como ese buque que desde Colombia trajo 50 mil galones de agua para aplacar la sed de los damnificados que la padecen desde que esos servicios quedaron dañados y, por consiguiente, se interrumpió la provisión del líquido vital.
El terremoto ha conmovido el sentimiento nacional, pero lo más importante es que las víctimas están dispuestas a empeñarse en la reconstrucción, aún con el dolor de la pérdida irrecuperable de seres queridos y de bienes que esperan por la reconstrucción.
Robarle a los necesitados
Un hecho que nos parece absurdo o sea imposible de admitir y que como tal no podría darse entre los humanos, es el que, contra toda lógica, han realizado los integrantes de una banda de despreciables ladrones que asaltaron dos camiones que se dirigían a Manabí llevando los bultos que contenían vituallas, agua potable embotellada y alimentos, todo esto destinado a los damnificados del último terremoto que no solo ha dejado un alto saldo de muertos y heridos, sino también de una gran población con sus hogares destruidos.
Todo este material sustraído, posiblemente antes de que la Policía y las Fuerzas Armadas movilizaran a centenares de sus efectivos para ejercer un efectivo control en las zonas afectadas por el sismo, era el producto de la generosidad solidaria de los guayaquileños que, con sorprendente inmediatez, respondieron en todos los puntos de la urbe al llamado de solidaridad y entregaron, desde los más pobres hasta los más ricos, algo que en su gran desgracia necesitaban los hermanos manabitas, esmeraldeños y fluminenses. Sobre todo los primeros, ya que su provincia ha sido la más desvastada por el movimiento telúrico que superó en intensidad al producido hace pocos días en el Japón.
Casos similares se han dado con asaltos a escuelas, dispensarios y hospitales, que es como si, cuchillo en mano, le quitaran lo poco que tiene un pordiosero.
Merecen, pues, estos delincuentes, de ser descubiertos, el más severo de los castigos. (FCV)