Opinión
Editorial
Guayaquil sin agua
El descuido de un calderista que derramó una cantidad de aceite de hidrocarburos dejó a casi toda la ciudad sin el abastecimiento de agua potable, pues la empresa concesionaria de este servicio tuvo que cerrar sus válvulas para evitar que el derrame indebido contaminara todo el vital servicio.
Luego de un tiempo que pareció muy largo, el agua volvió, poco a poco, a las viviendas que habían estado privadas de este líquido vital.
Todas las ciudades del mundo se hallan peligrosamente amenazadas por diferentes causas que pueden producir un desastre. Por suerte la concesionaria actuó diligentemente y el problema no causó mayores daños. Sin embargo, el Alcalde de la ciudad pidió que el responsable del hecho tan peligroso sea sometido a la justicia, porque un descuido grave que afectó a casi toda la urbe debe merecer sanción ejemplar.
Guayaquil ha sufrido, en el transcurso de su historia, de severas circunstancias como los grandes incendios, las invasiones piráticas, las pestes y de todas ellas ha salido más fortalecida. Pero esta postura tan emprendedora no puede justificar ningún hecho grave en el cual un ser humano sea el responsable.
¡Qué linda respuesta!
“Mientras más se vive, más se aprende”, asevera un dicho popular, que por popular es muy sabio. Se comprueba eso al conocer la respuesta del Ministro de Minería, cuando en la semana pasada, luego de que anunció desde su alta calidad de secretario de Estado sobre el proyecto Fruta del Norte, y tras conocer la petición que sobre este tema formularon quienes integran la Acción Ecológica y la de Yasunidos que reclamaron por una moratoria sobre este proyecto y solicitaron la opinión de este funcionario sobre las garantías que se van a dar para esta explotación, les dijo que esos reclamos tienen tintes políticos; que sí ha dialogado con las respectivas comunidades, pero que no está para conversar con quienes les hicieron esas observaciones porque “hay mejores cosas que hacer, como ver la Eurocopa”...
Esta es una “linda respuesta” que demuestra que las voces de la comunidad no deben ser atendidas porque hay cosas más importantes, como lo es un juego de fútbol internacional, tal vez por tratarse de la Eurocopa.
Cuando se presencian actitudes como esta se ponen los pelos de punta porque quiere decir que la participación ciudadana y la voz del supremo, por ser de orden político, no merecen la mínima atención por parte de quienes por mandato de la ley están obligados a escuchar la voz del pueblo de la que dicen, cuando dan lindos discursos, que es la voz de Dios.
No hay que olvidar que “el lenguaje es el vestido de los pensamientos”. (BLC)