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Opinión
Editorial: El enemigo no está en la sombra
No se puede enfrentar el narcotráfico sin enfrentar también la corrupción que lo sostiene
El atentado contra un candidato presidencial colombiano, en el que estaría involucrada una banda criminal ecuatoriana, no es un hecho aislado. Es una señal inquietante del alcance transnacional que han adquirido los grupos delictivos nacidos en Ecuador. Su violencia ya no se limita a nuestras fronteras ni a delitos comunes: estamos frente a estructuras terroristas que amenazan directamente la democracia, el Estado de derecho y la soberanía del país.
El enemigo ha dejado de operar desde la clandestinidad. Hoy se mueve con poder, con dinero y, lo más grave, con influencia dentro de las instituciones. La criminalidad organizada no solo trafica droga: también trafica miedo, controla territorios, penetra el aparato estatal y fomenta el éxodo de una ciudadanía desamparada.
Frente a esta amenaza, ni los discursos encendidos ni los operativos mediáticos bastan. Se requiere una estrategia de Estado, sostenida y coordinada, que combine inteligencia, cooperación internacional, institucionalidad fuerte y, sobre todo, un cerco real a los flujos financieros del crimen. No se puede enfrentar el narcotráfico sin enfrentar también la corrupción que lo sostiene.